Indultos

25/06/2021 - 14:57 Jesús de Andrés

No cabe esperar agradecimiento de quienes consideran que cuanto peor mejor, pero quizá ahí está su evidente debilidad: una concesión magnánima es para ellos una derrota.

Aunque cada vez me sorprenden menos cosas, no deja de pasmarme la seguridad con que unos y otros se posicionan ante los indultos a los políticos catalanes. Tengo tantos argumentos en uno y otro sentido que me maravilla la simpleza con que algunos toman partido. Basta con que el Gobierno diga que son buenos para la convivencia para que muchos se sumen acríticamente, olvidando las razones de hace apenas unos meses; y basta con que la oposición de la derecha más o menos centrada o extrema diga que es una aberración para que otros tantos se sumen a la crítica. Parece claro, cuando menos, que Pedro Sánchez quiere mantenerse en el Gobierno y que eso pasa por negociar con independentistas de distinto pelaje, pero también es cierto que quienes critican, en particular Casado, no aspiran a otra cosa que a conquistar el poder que ahora no tienen, de ahí lo extremo de sus posturas. La lucha descarnada de siempre. 

Más allá de posicionarse en función de lo que dicen los partidos políticos, cabe analizar de forma objetiva su conveniencia o no. Para ello, la primera pregunta que debemos hacernos es si debe primar un criterio moralista o, por el contrario, un criterio utilitarista. Si entendemos que debe ser la moral el argumento desde el que analizar su justificación, habrá que ver si el indulto es merecido, si se hace justicia o si desprotege a los perjudicados por los delitos cometidos. No hay duda de la gravedad de los hechos enjuiciados en su momento, que tensaron la convivencia al extremo, saltándose las leyes y dilapidando dinero público, añadidos a su ausencia absoluta de arrepentimiento y, más aún, a su exhibición de arrogancia, hace difícilmente justificable cualquier medida de gracia. No cabe esperar agradecimiento de quienes consideran que cuanto peor mejor, pero quizá ahí está su evidente debilidad: una concesión magnánima es para ellos una derrota, un tener que aceptar, sin reconocerlo, que la generosidad es síntoma de fortaleza del Estado.

Si, por el contrario, el juicio es utilitarista hay que analizar si, más allá del afán de venganza, estamos mejor con los políticos en la cárcel o en sus casas. El indulto deja sin coartada a los independentistas, refuerza nuestra imagen exterior (tan dañada últimamente), quita tensión y deja sin argumentos a quienes pretenden tener razón. Tan utilitarista es la posición de los obispos catalanes, que aspira a rebajar los costes sociales del conflicto, como la de los empresarios, dirigida a la estabilidad de sus negocios. Mientras en el teatrillo de la política cada cual interpreta su papel cargando las tintas, mientras los actores pretenden seguir gobernando o aspiran a un quítate tú que me pongo yo, cabe buscar soluciones. Sólo el tiempo dirá quién tenía razón, pero parece claro el derecho a intentar salir de esta dinámica destructiva.