Investigadoras

06/03/2020 - 21:20 Jesús de Andrés

En los países ricos se investiga más no porque sean ricos; al contrario, son ricos precisamente por realizar un mayor esfuerzo en investigación.

Alba Pacheco Moreno es de Campillo de Ranas. Se educó, como la mayor parte de los niños de aquellos pueblos de la arquitectura negra, en el colegio rural de Majaelrayo, un centro en el que, a la antigua usanza, se mezclaban pequeños y grandes, en una enriquecedora mezcla de edades y niveles. En los noventa no se hablaba aún de la España vaciada. Hoy trabaja en el John Innes Centre, un centro puntero de investigación ubicado en Norwich, Reino Unido. Estudió Ingeniería Agrícola en la Universidad Politécnica de Madrid y un máster en biotecnología. Trabaja en el estudio de los determinantes genéticos de algunas plantas, en comprender cómo los microorganismos las ayudan a combatir enfermedades o a promover su crecimiento: una línea de investigación con una inmensa proyección de futuro de la que todos nos enriqueceremos. 
Verónica Miguel Herranz es originaria de Corduente, puerta del Alto Tajo. Es doctora en Biotecnología y cuenta con un máster en Biomedicina. Trabajó en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), realizó estancias de investigación en las Universidades de Pennsylvania, Yale y Alabama y en la actualidad trabaja en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Su trabajo se centra en el conocimiento de los mecanismos moleculares y en el papel del metabolismo en las enfermedades renales. Al igual que Alba, su investigación busca mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos. Ambas se han formado y trabajan para que este mundo sea mejor, poniendo su talento al servicio de los demás, utilizando la ciencia como instrumento de progreso. 
Hace no mucho se cuestionaba en España la dedicación a la ciencia -que inventen ellos, se decía-, en un derrotero irresponsable del que poco a poco hemos sabido salir. Lejos de pensar que el carácter español no era válido para la ciencia, una nueva generación de investigadoras está demostrando que lo único necesario son medios para llevar a cabo su trabajo. Sin embargo, ayer como hoy, seguimos hablando de fuga de cerebros, de cómo los mejores de nuestros jóvenes se ven obligados a investigar fuera porque aquí no se dedican recursos para ello. 
En los países ricos se investiga más no porque sean ricos; al contrario, son ricos precisamente por realizar un mayor esfuerzo en investigación. Ojalá nuestras jóvenes investigadoras, mujeres trabajadoras, puedan tener aquí el reconocimiento y los recursos para ello. En el día internacional de la mujer trabajadora, además de las necesarias reivindicaciones de la onomástica, debemos reconocer su tarea, su protagonismo vanguardista, su papel principal, y para ellas debe ser el aplauso, el reconocimiento y el elogio, ejemplo para hombres y mujeres que tanto tenemos que agradecerles.