La bendición del cementerio de Guadalajara en el año 1840

03/11/2024 - 13:45 Eduardo Díaz

Las obras del nuevo camposanto comenzaron en el año 1830, bajo la dirección del arquitecto municipal José María Guallart.

En tiempos pretéritos los enterramientos en la ciudad de Guadalajara se realizaban en el interior de los templos de la ciudad. A partir del año 1787, el Rey Carlos II dictaba una orden por la cual prohibía inhumar cadáveres en el interior de los templos religiosos, salvo algunas excepciones. 

El Concejo Municipal de Guadalajara ante dicha orden eligió un terreno en el camino de Tórtola de Henares, denominado la Lentejilla y situado junto al depósito de las aguas. Años más tarde, y ante el aumento de la población arriacense, el consistorio municipal decidió crear un nuevo cementerio municipal. El lugar elegido fue en un terreno alejado de la ciudad y cercano al barranco de San Antonio; este lugar era conocido en la ciudad como el Camino del Osario.

Las obras del nuevo camposanto comenzaron en el año 1830, bajo la dirección del arquitecto municipal José María Guallart. La dificultad del terreno hacía que las obras fueran muy lentas e incluso estuvieron paralizadas durante algún tiempo. El nuevo cementerio municipal de Guadalajara fue inaugurado en la mañana del 1 de noviembre de 1840. Antes de realizar la solemne bendición en el interior del cementerio, el Ayuntamiento de Guadalajara organizó una procesión. Partió desde la parroquia de San Gil. La comitiva religiosa la encabezaba el Cabildo Eclesiástico, las Cruces Alzadas de las cinco parroquias que había en la ciudad, las autoridades municipales y cerraba el cortejo una banda musical que entonaba melodías fúnebres. El recorrido de la procesión fue a través de la plaza Mayor, cuesta de la Carbonería, hoy llamada Doctor Miguel Mayoral, calle Alvarfañez de Minaya, plaza de San Antonio finalizando en la entrada al nuevo Campo Santo. El nuevo cementerio se componía de un solo patio denominado como Nuestra Señora de la Antigua, una capilla a la derecha de la entrada principal y la casa del guarda. 

Al quedarse pequeño el cementerio, el consistorio municipal adquirió unas tierras de labor que se encontraban a la espalda del final de las sepulturas. La ampliación del nuevo patio fue en el año 1882 y se le puso el nombre de Nuestra Señora de la Soledad, igualmente en la capilla se instaló el Cristo de la Expiración, el cual se encontraba en unas naves municipales y que anteriormente había estado en el monasterio de San Bartolomé, en la localidad de Lupiana, hasta la desamortización de Mendizábal. En el año 1890 el cementerio municipal de Guadalajara se ampliaba con el patio número tres, con el nombre de Santa Ana en honor a la marquesa de Villamejor, la cual sufragó los gastos de la ampliación a cambio de conseguir la autorización para levantar en dicho patio su panteón familiar. La ampliación del cementerio llegaba con el patio número cuatro denominado Santa Isabel y de esa manera se ocupaba la totalidad del terreno del cementerio de Guadalajara.

    En los primeros años de la década de los ochenta del siglo XX, se construía un nuevo cementerio, pegado al antiguo y se creaban los patios cinco, seis y siete. De manera curiosa el cementerio municipal de Guadalajara se encontraba antiguamente totalmente aislado de la ciudad de Guadalajara; en la actualidad y con el nuevo desarrollo de la ciudad se encuentra rodeado de viviendas, una estación de autobuses, un colegio público, el Zoo de Guadalajara y construido recientemente un Parking Público para el estacionamiento de vehículos.