La cultura de la irresponsabilidad

08/09/2019 - 14:38 Fernando Almansa

Cualquier persona con un mínimo de conocimiento y formación moral, sabe que el arrepentimiento debe llevar unido, la asunción de responsabilidades.

Raquel Romero, parlamentaria por Podemos en el parlamento de La Rioja, declaraba, hace unos días, en el acto de investidura de la nueva presidenta de la comunidad Riojana, que ella había dado un espectáculo bochornoso este verano, al no apoyar la candidatura socialista a la presidencia, y que pedía perdón; y “sanseacabó”. Este es el nuevo cuño de “nobleza política”, pedir perdón y hasta la próxima.

Cualquier persona con un mínimo de conocimiento y formación moral, sabe que el arrepentimiento debe llevar unido, la asunción de responsabilidades y la enmienda. Sin embargo en la sociedad Española, parece estar cada vez más extendida la cultura de la irresponsabilidad, es decir, “yo no soy responsable de mis actos” y “si algo no te gusta o te molesta, es tu problema, y si me siento espléndido hasta puedo pedir perdón”, pero ¿enmendar, asumir, rectificar, responsabilizarse?, no, eso ya son harinas de otro costal.

El caso de Raquel Romero es un claro ejemplo de cultura de la irresponsabilidad, pero no el único. La ciudadanía, parece tolerar que quienes no cumple sus deberes, sigan en sus cargos y puestos de “irresponsabilidad” como si tal cosa. Nadie pide cuentas, luego… por qué rendirlas.

Hace unas semanas, me comentaba un amigo de Barcelona, que unos “doctos inquilinos” estudiantes del conservatorio de música, un tal Iñaki y Javier, dejaron el piso que les tenía alquilado, lleno de basura, con recibos impagados y con roturas por doquier, y ante la petición de responsabilidades, la respuesta fue: “hable con mi abogada”; no me imagino a estos músicos tocando por ejemplo en la bella Salzburgo, entre sus basuras, sus roturas, deudas y abogadas… La cultura de la irresponsabilidad no tiene límites, ni de formación, ni de clase, ni de género, ni edad.

Una vez más, caminamos poco a poco con paso discreto pero constante hacia una sociedad sin ética, lo que equivale a un socavamiento sostenido de los fundamentos de la sociedad. Sin responsabilidad no hay ética posible, sin ética no hay sociedad viable. Y por cierto señora Romero, por si no le ha quedado claro, además de pedir perdón, dimita; usted no está cualificada para hacer política en mayúsculas.