La España llenada

05/12/2021 - 11:24 Antonio Yagüe

 Aunque la energia eólica conlleva rentabilidad económica, el problema de que el territorio siga despoblado no depende de las tesorerías municipales sino de la ausencia de empleo, estructuras, viviendas, escuelas, recursos...

La España vacía sigue despoblada, pero cada vez más llena de molinos, placas solares y cerdos. Hace dos décadas, una en nuestra comarca, que las energías renovables se instalaron en pueblos con la esperanza de que proporcionarían empleos, dinero, y ayudarían a repoblarse. Las promesas, pese a derrochones comisionados contra la despoblación y congresos vacuos, no se han cumplido, y algunos de estos municipios han perdido parte de su atractivo paisaje. Han desertado residentes por el ruido y las luminarias nocturnas de los aerogeneradores. Apenas se compran viviendas y algunos se replantean arreglos.

Un estudio estatal serio revela que en la vecina Soria, provincia eólica sobresaliente, la población ha disminuido en 3.000 personas y en pueblos de Castilla y León volcados con esta energía verde, ha menguado un 25%. Y así, muchos más en la llamada España vaciada. Los nuestros, sin ir más lejos. Maranchón, con el mayor parque eólico de Europa (tras acoger el fracasado en Labros) ha pasado de 285 habitantes censados (2010) a 124 (2020); Tartanedo, de 165 a 144; Milmarcos, de 114 a 78, y Fuentelsaz, de 113 a 89.

“A más molinos, menos vecinos», sentencia Mercedes Álvarez, de Aliente, colectivo de organizaciones que luchan por una transición ecológica justa. Explica que basar la recuperación en estos macroproyectos no ha servido, porque son escasos los empleos que se crean allí. Aunque conllevan rentabilidad económica, con despilfarradoras ‘inversiones’ sin control del Tribunal de Cuentas, el problema de que el territorio siga despoblado no depende de las tesorerías municipales sino de la ausencia de empleo, estructuras, viviendas, escuelas, recursos...

Los aerogeneradores han supuesto una pérdida de la naturaleza que se conservaba en estos pueblos, un patrimonio que podría explotarse y que con la intromisión de estas energías pierde valor. Los paisajes quedan tocados cuando se llenan de estos aparatos e impiden explotar otras opciones.

Asoma otra ola que viene sembrando los campos de placas solares (los promotores emplean los bellos eufemismos de ‘parques’ y ‘huertos’, incluso en secano), y de macrogranjas porcinas (modernas pocilgas automatizadas). Llega la contaminación odórica para hacer trío con la lumínica y la acústica ¡Buf!