La gran evasión
El gran error del PP se cometió en su momento, en aquel aciago XIX congreso, o poco después, cuando ante la certeza de que había conseguido un título exprés, le habían regalado un máster y había mentido en su currículum con títulos de Harvard que eran cursillos en Aravaca, nadie fue capaz de retirarle su apoyo.
Con cuentagotas pero sin piedad, anunciando su apostasía en el gran tablón de anuncios que es Twitter, uno a uno abandonaron al líder del partido. Los mismos que hace dos semanas lo idolatraban, comenzaron hace cuatro días a cuestionar a su secretario general para acabar huyendo no sin antes clavarle el puñal en forma de tuit y cerrar el espectáculo con un gran aplauso en pie. Pocas veces habíamos asistido a una exhibición tan clara de la crueldad de la política, de la dureza de una actividad que exige mucho más que la denostada imagen que por lo general tiene. Lo cierto es que lo ocurrido admite otros títulos tan literarios y cinematográficos como el propuesto, desde uno borgiano, como Los conjurados, o con resonancias teatrales, como podría ser “Casado y un señor de Murcia”, a otros más ligados a las actuales series: Los juegos del hambre, en los que diputados, senadores y demás cargos públicos se mueven por pura supervivencia, o House of Cards, poniendo al aire las vergüenzas de las instituciones y del acceso y control del poder.
Cualquiera de ellos podía haber encabezado esta columna, pero hay una película cuyo trasfondo político siempre me resultó de lo más divertida, aquel Good bye, Lenin, que podría ser un “Good bye, Casado”, en el que un alto cargo del PP entrara en coma el día en que se celebraron las elecciones autonómicas adelantadas en Castilla y León para despertar doce días después en un hospital (da igual si es público o privado) al cuidado de su atenta madre, que le oculta lo ocurrido para cuidar su salud y evitarle el sufrimiento. Aunque puestos a elegir género, qué mejor que los clásicos. Quizá un “Roma no paga traidores”, título al que quizá haya que poner un cartel de “próximamente en sus pantallas” si el electorado decide en el futuro hacer pagar la traición y mostrar de paso su rechazo a la forma en que ha sido capturado el Viriato de esta historia; o “Los idus de marzo”, que acabaron con Julio César tras la traición de Marco Bruto y sus secuaces.
El gran error del PP se cometió en su momento, en aquel aciago XIX congreso, o poco después, cuando ante la certeza de que había conseguido un título exprés, le habían regalado un máster y había mentido en su currículum con títulos de Harvard que eran cursillos en Aravaca, nadie fue capaz de retirarle su apoyo. Aquellos lodos, su formación en las nuevas generaciones como político profesional sin más oficio ni beneficio y su trayectoria posterior (empezando como asesor del delincuente Granados) debieran haber encendido alguna luz, pero no las había. Qué lástima haber llegado a esto.