La vitalidad de nuestra música navideña
La zambomba es un intrumento popular en una provincia con mucha tradición.
Hace tiempo que las zambombas suenan en nuestra provincia. La tradición marcaba que, para la Inmaculada, ya se bajaban de los armarios y se desempolvaban, después de permanecer, casi un año, en ellos; pero ahora, desde que los encuentros de villancicos están de moda, hace bastante tiempo que algunos grupos llevamos ensayando con estos instrumentos. En la vida tradicional cada cosa tenía su tiempo, siguiendo un orden marcado por los ciclos de la naturaleza. Los rabeles de vejiga de cerdo van unidos, en nuestra tierra, a la Navidad porque coincidía con las matanzas de los gorrinos. Esa misma circunstancia ponía a disposición de los artesanos las tripas necesarias para las cuerdas de dicho instrumento. En algunas localidades se aprovechaba la vejiga como membrana de las zambombas. Esa fijación de los ritos y sus tiempos se reforzaba con tabús. Se pensaba, y se sigue pensando, que tocar zambombas o cantar villancicos fuera de su tiempo traía “mala suerte”.
Ronda Navideña de Lupiana, en Torija. 2009. Foto: José Antonio Alonso.
Pero estamos en “Tiempo de Navidad” y hablaremos de la música y de los instrumentos navideños, sin temor a que el mal fario nos juegue una mala pasada.
Como ya he comentado en algunos de mis trabajos sobre instrumentos, siguiendo la teoría de Velázquez Vargas la zambomba podría tener su origen en África y en el mundo de la esclavitud, aunque otros autores (Fraile Gil) ubican su procedencia en los Países Bajos, de donde habría llegado a España en el s. XVI. El caso es que este instrumento, con diversas formas, está extendido por casi todo el mundo y aquí, en nuestra tierra, goza, actualmente, de gran popularidad.
Para explicar la vitalidad de este instrumento y, en general, de la música navideña, en nuestra provincia, debemos señalar, en primer lugar, la raigambre de la tradición en nuestros pueblos y ciudades. A veces nos olvidamos de que también los grandes núcleos urbanos tienen su folklore. En este caso, debemos señalar, a Sigüenza. De la ciudad mitrada ya tenemos datos, en 1801, año en que está fechado un cuadernillo de villancicos de carácter culto, para ser cantados en la catedral. En 1968, el orfeón Donceli grabó sus Villancicos de Castilla. Pero el arraigo de la música popular navideña en Sigüenza es enorme y necesitaríamos mucho espacio para trazar un ligero bosquejo de su fuerza y popularidad. Hablando de ciudades, citaremos también a Guadalajara, con sus barrios populares -El Alamín, Budierca, etc.-, como lugares donde la música tradicional navideña tiene un secular caldo de cultivo para germinar abundantemente, aunque, hoy en día, la música navideña trasciende más allá de los barrios tradicionales que la mantuvieron.
Cantalojas. Encuentro de villancicos. 'Los Cencerrones'. Foto: José Antonio Alonso.
Por supuesto, también nuestros pueblos reúnen estos días a zambomberos y artistas populares en múltiples encuentros y rondas navideñas, distribuidos en toda la geografía provincial, especialmente en los lugares donde hay más población. Citarlos a todos sería complicado y no queremos dejarnos a nadie. Para los encuentros aconsejamos visitar esta página: http://coplayrabel.blogspot.com/2022/01/rondas-tradicionales-en-guadalajara.html
Además de esta base popular y tradicional insustituible, creo que también es justo recordar el apoyo institucional y el impulso social y asociativo de nuestra provincia. Las políticas institucionales han dado su resultado. Los primeros encuentros de música tradicional navideña, en la capital, que yo he vivido, los realizaba la Diputación Provincial, desde 1984, en lo que entonces se llamaba el “Colegio de San José”, a través de la Institución de Cultura “Marqués de Santillana”, en su Sección de Etnología. Luego vinieron otros que, con la mecha ya prendida, hicieron que el rescoldo de la música popular no desapareciera y se extendiera por nuestra tierra y fuera de ella. Pocos años antes de aquella iniciativa, el grupo “Alquería” realizamos un concierto de “Villancicos alcarreños”, organizado por el Ayuntamiento de Guadalajara, aunque, seguramente, con anterioridad, habría “concursos de villancicos” por aquí, como ocurría en buena parte de España.
Todavía hoy, la Escuela de Folklore de la Diputación sigue con su taller de zambombas, aunque también otras localidades, particulares y colectivos mantienen la costumbre de construir y reparar zambombas y otros instrumentos navideños en nuestra tierra. En esta tarea, como en otras muchas, los Nolasco y compañía están realizando una valiosa aportación, que viene de honda raíz familiar. La ciudad de Guadalajara ha sido pionera en la organización de su popular Zambombada. Aquello empezó en 1995, cuando el Ayuntamiento de Guadalajara recogió la iniciativa de la Escuela de Folklore Provincial y la Ronda del Alamín, como nos recordaba, días pasados, en este mismo medio, nuestro compañero Eduardo Díaz, evento que este año cumple su XXVII edición.
Papeleta para el sorteo. Guadalajara. Zambombada. 1996.
Las fiestas navideñas tienen en nuestra tierra un peso muy importante y abarcan multitud de aspectos que configuran nuestra cultura y nuestras señas de identidad: escenificaciones -autos de Reyes, belenes vivientes, cabalgatas-, gastronomía, pasacalles, construcción de belenes, actos solidarios, artesanía y por supuesto, música, mucha música, tanto “culta” o clásica como popular o tradicional -un auténtico patrimonio que debemos seguir cuidando y valorando-. Como ya hemos hecho con otros aspectos de nuestro folklore, conviene que nos fijemos en sus aspectos evolutivos. La música navideña ha sobrevivido en nuestra provincia, pienso yo, porque se ha sabido adaptar a los nuevos tiempos. La de nuestra infancia tenía como escenarios principales los hogares y las calles en las que pedíamos “aguinaldos” o “aguilandos”. Todavía hoy se conserva ese ámbito familiar y local en alguna medida, pero la globalización hace que la mayor parte de nuestros villancicos suenen ya en los escenarios de los encuentros y en las concentraciones de grupos que trascienden el ámbito local. La globalización no debe hacernos olvidar la propia idiosincrasia, los detalles de cada comarca. Por poner un ejemplo: las zambombas seguntinas con su grave y profundo sonido no suenan igual que las de Guadalajara-capital, muchas de ellas con castañuelas vibrando sobre su piel. Los instrumentos son distintos, pero además el acompañamiento rítmico también varía. Los rasgos distintivos pueden ser sinónimo de riqueza. ¡Felices fiestas!