Las cadenas del amor

19/06/2025 - 16:04 José Antonio Alonso/Etnólogo

El amor se representa por muchos símbolos conocidos. Hoy nos detenemos en algunos como las cadenas y las prisiones, que tienen su presencia en los cancioneros tradicionales. 

Ha finalizado mayo, el mes del amor y de las flores, como decíamos en nuestro último artículo; pero todavía nos queda primavera. Julio Caro Baroja, el conocido etnógrafo e historiador, de cuya obra nos hemos nutrido muchos, escribió, entre otros libros, uno titulado: “La estación de amor. Fiestas populares de mayo a San Juan”, porque es en ese periodo donde se concentran muchas fiestas y ritos que tienen que ver con el amor y los emparejamientos. Recordemos que también en junio, por San Juan y San Pedro, se plantaban “pimpollos” o árboles similares a los de mayo, se hacían rondas y se ponían enramadas, en algunos lugares de nuestra tierra. 
Todavía quedan recuerdos, en la zona sur de la comarca molinesa, de los “pimpollos” o árboles que solteros y casados celebraban y festejaban. Sigue vigente en Sigüenza, la costumbre de poner arcos florales, en los barrios, que sirven de marco para el canto y baile de las conocidas “sanjuaneras”.
En Robledo de Corpes, hubo un dicho o copla que también nos recuerda la costumbre de poner ramos en las ventanas de las mozas a finales de junio:


La mañana de San Juan
 niña no te puse ramo,
la mañana de San Pedro
 de claveles te la mando.

Grabado.Col.de romances de D.Luis Usoz.

 

El amor como prisión
El cancionero de primavera está lleno de alusiones al amor. Tal vez una de las más conocidas sea el Romance del prisionero, en una de cuyas versiones dice, más o menos:  
Que por Mayo era por mayo, cuando hace la calor,
cuando los enamorados
 van a servir al amor;…
…Sino yo triste y cuitado
 que vivo en esta prisión,
que ni sé cuando es de día,
 ni cuando las noches son.

Candados en el Puente Vecchio. Florencia. Foto: José Antonio Alonso.

Este romance nos resulta muy conocido, porque era de los que no faltaban en los libros y en las antologías de literatura. La escuela  ha sido, y sigue siendo, un lugar de intercambio de información y de transmisión del folklore. ¡Cuántos maestros y maestras habrán enseñado este romance al alumnado! Luego lo hemos oído en muy variadas grabaciones de folkloristas, grupos y artistas como Joaquín Díaz o  Amancio Prada.
En este caso, se refiere a la nostalgia del amor evocado por el protagonista que vive prisionero, pero la relación entre el sentimiento amoroso y el cautiverio tiene un largo recorrido en nuestra literatura y en nuestro folklore. Diego de San Pedro escribió su “Cárcel de amor”, impresa, por primera vez, en 1492, una novela sentimental en la que, alegóricamente, se alude al amor como sentimiento trágico, similar al de la prisión, al de la falta de libertad, en este caso con dos protagonistas: Leriano, hijo del  Duque de Macedonia, y la princesa Laureola. Este libro, que trata del amor cortesano, debió tener mucho éxito en su momento.

Candados en el nuevo puente sobre el Henares. Guadalajara. Foto: José Antonio Alonso.
Ya hemos visto, en otras ocasiones, como los caminos de la literatura “culta” y los del folklore no son compartimentos estancos, sino que se tocan, se cruzan y se enriquecen continuamente. Muchos grandes literatos que están en la mente de todos –Lorca, Machado, Alberti, etc.- han bebido en las fuentes de la cultura popular y han influido también en los gustos del pueblo. Esto ocurre en otros muchos aspectos como la música y las artes en general.
Pues bien, a lo que íbamos, ese sentimiento trágico del amor y su evocación alegórica como prisión nos lo podemos encontrar en muchas coplas de ronda y versos populares, con distintos tratamientos del asunto que estamos comentando:
 A la cárcel me llevaron
 amarrado con cordeles,
por decirle a una morena:
 !Qué ojos más hermosos tienes!

En este caso se trata de una evocación alegre, desenfadada, muy propia de la expresión popular. O esta otra,  también muy de hechuras populares:
Si supiera que en el mundo
me vendían corazones,
yo me compraría uno,
porque el mío está en prisiones.

La cosa se pone más seria en estas otras dos:
A las rejas de la cárcel
 no me vengas a llorar,
Ya  que no me quites penas, 
no me las vengas a dar
.

Los dos tenemos prisión: 
tú presa y yo prisionero;
yo con cadena de amor, 
tú con cadena de hierro.

Y para rematar esta otra con un claro sentido erótico que se suele  cantar con gracejo en las rondas de nuestra tierra:


Ahora sí que estamos buenos: 
yo estoy preso y tú en la calle.
Tú no tienes quién te meta 
 yo no tengo quién me saque.


Pero ese sentimiento trágico del amor tiene también otras imágenes similares, por ejemplo la de la cadena: 


De tu ventana a la mía
hay una larga cadena
toda llena de suspiros,
 de suspiros toda llena
.


En Brihuega, según me cuenta, Narciso Hernández, era tradicional esta otra:


Si tus brazos fueran rejas
  y tus ojos las cadenas,
prisionero me metiera,
 sin tener ninguna pena

Muchas otras coplas similares podrían encontrarse en los cancioneros populares; los temas amatorios  son fundamentales en la vida y también, lógicamente, en los repertorios a los que nos referimos.

Los candados del amor eterno
Pero, como ya estamos cerrando el artículo, no quiero despedirme sin traer a colación unas imágenes relacionadas con este sentimiento amoroso: hace años que vimos en Florencia como el puente Vecchio estaba lleno de candados con las iniciales de los enamorados que,  una vez cerrados, arrojan la llave al río Arno, como símbolo de la eternidad del amor. La cantidad de candados es tal, que el municipio debe retirarlos, de vez en cuando, para no dañar la estructura de las barandillas. Desconozco el origen simbólico y geográfico de esa práctica; lo cierto es que esa costumbre tan romántica ha cuajado a nivel global y se ha ido extendiendo por doquier; de manera que, en otras ciudades como la nuestra, sin llegar a  la recarga del puente florentino, son visibles también ese tipo de candados de variados tamaños, a veces  con sus iniciales, cerrados en las barandillas de los puentes sobre el río Henares. Los símbolos, cuando son realmente representativos, emigran, viajan y se acaban instalando en cualquier parte de este mundo global.