Las flechas de satán
Después de siglos amenazando con el infierno, Juan Pablo II, en un momento de relajación, pontificó que no se trataba de un lugar físico sino tan sólo de un alejamiento de Dios.
El abandono del báculo y la mitra por parte del obispo de Solsona, Xavier Novell i Gomà, contiene todos los ingredientes de una comedia satánica al estilo de las de Alex de la Iglesia: un obispo exorcista que conoce a una escritora de novelas eróticas con contenidos satánicos y deja todo por ella. Lo cierto es que Novell nunca pasó desapercibido, al contrario, siempre en primera línea para reivindicar el “procés”, para denigrar a los homosexuales acusándolos de enfermos que debían someterse a terapia, misógino, promotor de exorcismos en su diócesis, contrario a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, e incluso dentro de él si su objetivo no era la procreación, que se jactaba de su virginidad a pesar de superar la cincuentena, como si fuera un mérito y no síntoma de una tara, cuyo conservadurismo, en fin, le hacía sumarse a todas las batallas en las que pudiera demostrar su caduca ideología. Pero he ahí que, de repente, un día se le cruzó Cupido, le lanzó su flecha y cayó enamorado. A alguien que había pasado su vida odiando a sus congéneres, de repente se le apareció el amor.
Después de siglos amenazando con el infierno, Juan Pablo II, en un momento de relajación, pontificó que no se trataba de un lugar físico sino tan sólo de un alejamiento de Dios. Ni el infierno ni el cielo ni el purgatorio ni el limbo existían, para decepción de algunos y sorpresa de muchos. Benedicto XVI, con su querencia medieval, ante tanta relajación, volvió a las andadas y reafirmo la existencia del maligno. Francisco, por su parte, temeroso de asustar al público, ha vuelto al relativismo buenista. Mientras los Papas se ponen de acuerdo, los obispos siguen celebrando exorcismos a personas que, sin duda, requieren de tratamiento psiquiátrico y terapia psicológica y no de rituales supersticiosos de serie B. Los mismos que escuchaban al obispo despotricar contra sus vecinos desde un discurso de odio, sin que ello los llevara a pensar que semejantes ideas pudieran estar inspiradas por el diablo, dicen ahora que el obispo está poseído por el demonio. Precisamente ahora, cuando por fin ha encontrado el amor en una escritora de novela erótica.
Puede parecer mentira, pero entre nosotros hay personas que creen en Satanás como si de un ser real se tratara, con voluntad propia y poderes extraordinarios, a medio camino entre un superhéroe y un personaje mitológico. Para ellos, está claro que el obispo de Solsona está poseído por Belcebú. Más allá de la justicia poética, esta historia de un destacado miembro del clero nos ha permitido entrever la sinrazón de muchas creencias extendidas entre nosotros y dejar al descubierto la hipocresía de quienes acusan de poseso al obispo por haber recibido un flechazo… de Satán.