Las Niñas: ¿Aquellos maravillosos 90?
La nostalgia como recurso. Puede que siempre haya existido, pero es ahora cuando más nos fijamos en ella. Hay quien la critica, pero lo cierto es que tan legítima resulta en Las Niñas como en Stranger Things. Porque Las Niñas también juega a engatusar con nostalgia. Toda la primera parte de la película lo hace. La música, la ropa, la televisión, el colegio, las primeras amigas y los primeros besos. Todo y tanto, que casi se olvida de cuál es la historia que realmente quiere contar.
El estreno en el largometraje de Pilar Palomero ofrece dos partes diferenciadas. La primera está dedicada a retratar el contexto. La segunda, a reflejar el drama interior de su protagonista, una joven en busca del valor necesario para vivir. Celia es una niña tímida y obediente que vive un día a día sin demasiados sobresaltos junto a su madre, sin saber muy bien qué fue de su padre. Sin embargo, la llegada de una nueva compañera de clase, Brisa (quizás la elección del nombre resulte demasiado evidente) supone un soplo de aire fresco para ella, un cambio que le lleva a salirse de la corrección en la que vivía, experimentar nuevas amistades y emociones y, finalmente, enfrentarse a sus propios demonios para descubrir quién era su padre y por qué toda la familia parece haberse olvidado de ella y de su madre, una Natalia de Molina que refleja con tremenda efectividad y a cuenta gotas el sufrimiento de un personaje, en apariencia, fuerte y autosuficiente.
Palomero logra en Las Niñas un debut lleno de sentimiento rodado con eficacia, en el que tanto los silencios como las imágenes acompañan al sentir de su joven protagonista, maravillosa Andrea Fandón, dotando a toda la película de un realismo capaz de atrapar al espectador. Puede que en ocasiones la recreación de aquel pasado recuerde más a los años 70 que a los 90, pero quien sabe si es que en realidad tampoco fueron tan diferentes y que nosotros, los niños de entonces, apenas nos damos cuenta de que el mundo no era tan moderno como nos gusta recordar. De hecho, sin contar apenas con hombres en el reparto, no falta a la cita ese machismo estructural que impregnaba desde los juegos infantiles hasta los programas de televisión.
A Las Niñas solo le falta una cosa: tener más unidad en su relato. Es evidente que sus dos mitades guardan relación, pero la irrupción del drama familiar supone la desaparición de esas amistades junto a las que hemos recorrido dos tercios de película. Las dos tramas se acallan entre sí en vez de fluir unidas. dejando conflictos sin resolver. Por fortuna, una perfecta escena final sirve para cerrar el conjunto, dejando la sensación de que Palomero sabe provocar emociones y presentar conflictos sociales sin demagogia, que en estos tiempos que corren ya es mucho.
LAS NIÑAS (2020)