Los penúltimos

29/06/2024 - 13:14 Antonio Yagüe

Hace años que los mayores gastan en pañales más que las criaturas. Y no solo en la España rural.

Tiene que ser duro y un honor ser el postrero labrador o nacido en nuestros pueblos, como una especie de último mohicano. Llegará porque los penúltimos en ver aquí su primera luz, la mayoría hoy en capitales, rondan la sesentena. Los más añosos, ya jubilados, tratan de ir tirando.

Reza la estadística que en España hay 1.900 “núcleos urbanos” a punto de desaparecer con un único habitante censado. Vivir allí aislado todavía es posible, aunque suponga un dolor de cabeza para los ayuntamientos y un síntoma más de la agonía rural.

Otra: siete de cada diez agricultores y ganaderos superan los 55 años y apenas el 8 por ciento no llega a 40. Este envejecimiento general acelerado, más acuciante en la comarca, muestra un negro panorama en esta profesión esencial para la subsistencia alimentaria.  Además, los propietarios mayores de 65 años suman el 41,3 por ciento, una cuestión con un impacto directo en el sector y la rentabilidad de las fincas.

Hace años que los mayores gastan en pañales más que las criaturas. Y no solo en la España rural. Sin ir más lejos el País Vasco, la comunidad más rica de España, ha hecho cuentas y registra diez veces más residencias de ancianos que guarderías.

A pesar del relativo confort, llegado a los pueblos cuando la gente ya se había ido, los niños españoles no sitúan la profesión de agricultor entre las diez primeras ante la clásica pregunta “qué quieres ser de mayor”.

Los datos son fríos y desesperanzadores. Urbano (Serrano) de Labros, hijo, nieto, bisnieto y padre de agricultor nos ha dejado tras casi siete décadas pisando el Señorío y Zaragoza. Llevaba la bondad y el pueblo, como el Aniano de Delibes, pintados en la cara. “¿Dejarlo? La tierra te engancha, es como una droga…”, me confesaba hace unos meses ¡Adiós amigo desde la infancia!