Luisa Medrano viral


El pasado 9 de este mes de agosto, Google nos sorprendió con una dedicatoria a Luisa de Medrano, que pronto se convirtió en viral.

No es la primera vez que escribo sobre Luisa de Medrano; si no me equivoco, esta debe ser la tercera ocasión en que voy a hacerlo en Nueva Alcarria (véanse los artículos «Las Comuneras», de diciembre de 2020 y «Luisa de Medrano, una referente global», de febrero de 2021), pero se ha presentado una nueva oportunidad y, debido a la inmensidad de su figura, no quisiera desaprovecharla.

Y es que el pasado 9 de este mes de agosto, Google nos sorprendió con una dedicatoria a Luisa de Medrano, que pronto se convirtió en viral, haciéndose eco de la misma numerosos medios de comunicación y personajes de la vida pública, como mi buen amigo el presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha, Pablo Bellido Acevedo.

No puedo ocultar que este reconocimiento a Luisa de Medrano me solazó enormemente, pues su persona significa muchas cosas, y todas buenas, en la vida de una servidora. La descubrí en 2015, cuando todavía no podía imaginar que Emiliano García-Page me ofrecería formar parte de su Consejo de Gobierno como directora del Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha.

De la vida de Medrano no se conservan muchas fuentes, pues estas se perdieron en unos casos y se destruyeron en otros. Aun así, lo que nos ha llegado de ella es muy interesante y, según todo indica, pudo ser la primera mujer en desempeñar una cátedra en una de las universidades más influyentes del momento, la de Salamanca, donde, como apunta el escritor e historiador procedente de Atienza, Tomas Gismera, «impartió sus lecciones, en la que leyó a los clásicos latinos».

Escultura de Luisa Medrano realizada por Pilar V de Foronda.

Luisa de Medrano nació en Atienza en 1484 en una familia de la nobleza muy relacionada por diversos motivos con la reina Isabel. La monarca atrajo a su corte a los intelectuales más sobresalientes, elevando el nivel cultural no solo de la corte como centro de poder, sino también de la descendencia propia y de otras familias nobles, tanto hombres como mujeres.

Desgraciadamente, la muerte de Isabel de Castilla y, posteriormente, la Contrarreforma apagaron ese tenue avance para algunas mujeres de alta cuna que fue el acceso al conocimiento y a la instrucción. Así, Luisa de Medrano, según manifiesta María López Villarquide en su libro La catedrática (2019), estudiaría junto a las infantas Catalina y Juana, que luego fuera reina de Castilla (y con bastante probabilidad, cifontina de nacimiento).

Mi primer acercamiento a Luisa de Medrano fue gracias a los estudios llevados a cabo por Luisa Montaño Montero, docente e investigadora de la Universidad de Sevilla, quien también me guio hacia la alemana Thérèse Oetell, que en los años treinta del siglo pasado realizó la más prolija y rigurosa investigación académica sobre Medrano.

El caso es que, al llegar a la dirección del Instituto de la Mujer, empezamos a pergeñar cómo visibilizar a las mujeres y su historia. Y así es como se tomó la decisión de crear un premio internacional a la igualdad entre mujeres y hombres que llevara el nombre de Luisa de Medrano, cuya primera edición se celebró en 2016 en uno de los mejores escenarios posibles: Cifuentes, donde también se reunió el gobierno de Castilla-La Mancha al pleno.

En ese periodo de tiempo, nos contactó el entusiasta profesor de Historia Jacinto Chicharro Santamera, un verdadero enamorado de su pueblo, Atienza (¿y quién no se enamoraría de esta localidad?). Casi más en el plano personal que político, convencí a mi pareja para ir a pasar un día con este historiador, con quien departimos hasta la saciedad sobre Luisa de Medrano, las doctae puellae y la situación de las mujeres en el Renacimiento.

Chicharro sostiene la tesis de que una de las tres sibilas del cuadro expuesto en el museo atencino de San Gil, en concreto Samia, podría ser un retrato encubierto de Luisa de Medrano. Lo cierto es que esta profetisa destaca sobre las otras dos tanto por su aspecto físico como por su actitud. Samia nos mira a los ojos, nos interpela… Ante la ausencia de imágenes sobre Medrano, empezamos a utilizar la de la sibila para ilustrar materiales del Instituto de la Mujer (recuerdo con especial agrado la versión realizada por la artista plástica y visual Pimpilipausa), con tanto éxito que ya es frecuente encontrar en otros lugares esa hipotética correspondencia.

Pero también contamos con otra magnífica ideación de cómo podría haber sido Luisa, en este caso llevada a cabo por nuestra vecina, la artista Pilar V. de Foronda («artivista» y feminista, como le gusta denominarse, y a la que tanto debemos las mujeres por su compromiso incansable). La bellísima escultura, la cual pueden apreciar en la fotografía que acompaña la vindicación de hoy, nos muestra una mujer con orgullo y nobleza, consciente de la posición que ocupa y de lo extraordinario de su figura. 

Por unas y otras circunstancias, ya ven que esta erudita del siglo XVI va obteniendo el reconocimiento que merece. Y qué voy a decirles, en la parte que a mí me toca me complace haber podido contribuir a que su nombre se conociera, así como también que su memoria me abriera la senda, por la que todavía transito, de profundizar en la historia de las mujeres como parte constitutiva de la historia universal.