Lupe Sino, Verardini y Manolete
Lupe Sino, nacida en Sayatón, consiguió hacerse un hueco como actriz de rango medio. Junto a su familia y Manolete pasó largas y plácidas estancias en el alcarreño municipio de Fuentelencina.
Era casi inevitable que tras haber dedicado nuestra última vindicación a Aurora Arnaiz, la que hoy están leyendo tratara sobre Lupe Sino, Antonia Bronchalo Lopesino oficialmente, y Antoñita para Manuel Rodríguez Sánchez, el aclamado Manolete, una de la grandes figuras del toreo de todos los tiempos.
Manolete y Lupe Sino (una derivación de su apellido materno) se atrevieron a ser pareja en la España de la postguerra, cuando convivir sin haber pasado por el altar conllevaba pagar un alto precio, sobre todo para las mujeres. Él, emblema de esa nueva España, serio y tímido. Ella, procedente de ambientes de izquierdas, extrovertida y rechazada por ser considerada una «chica Chicote».
Así era la doble moral del momento; mientras se imponía la doctrina del nacional-catolicismo, a las elites afines al régimen se les permitía divertirse en Chicote, local ubicado en plena Gran Vía de Madrid, donde el jolgorio no tenía límites y las costumbres se relajaban.
Pero esa doble moral no solo era social y política, sino también sexual. Acudir a sitios así no menoscababa la buena fama de los varones, pero la de las mujeres podía verse comprometida, más si, como Lupe Sino, eran artistas jóvenes y bellas que encontraban en esos lugares espacios de sociabilidad en los que ampliar sus redes de contactos.
Fue en Chicote donde Lupe Sino y Manolete iniciaron su relación, muy mal vista por el entorno profesional del matador de toros y aún peor valorada por la madre de este, que llevaba a cabo un mortificante chantaje emocional sobre su hijo. Permanecieron cuatro años juntos hasta la muerte del diestro en 1947, a poco menos de dos meses de la boda que con tanto amor habían planificado.
Manolete y Lupe Sino cogidos de la mano en Fuentelencina. Foto extraída de Pinterest.
A Lupe Sino no la dejaron estar al lado de Manolete en su agonía, probablemente para evitar un matrimonio por «articolo mortis» que la convertiría en heredera de la gran fortuna del torero. Tampoco le dieron sitio en las exequias de su compañero que tuvieron lugar en Córdoba, viéndose obligada a marchar a Madrid como si su vínculo nunca hubiera existido.
Lupe Sino, Antoñita, nació en Sayatón (Guadalajara) en 1915, aunque siendo adolescente su humilde familia emigró a Madrid y ella entró al servicio de una familia acaudalada del barrio de Salamanca. Sin embargo, pronto se percató de que tenía cualidades para abrirse camino en el mundo del espectáculo y de la interpretación.
La verdad es que logró hacerse un hueco como actriz de rango medio, llegando a ser algo conocida por su participación en varias películas. Además, sabemos que con el dinero que ganó ayudó a su familia de la que nunca renegó. Precisamente con su familia y Manolete pasó largas y plácidas estancias en el alcarreño municipio de Fuentelencina, de lo que dan testimonio un buen número de fotografías en las que los dos, enamorados, irradiaban felicidad; tanto que en algunas de ellas Manolete, algo insólito, sonreía (el «maestro» se hizo muy popular entre sus nuevos vecinos, con quienes alternaba y jugaba a la pelota, las cartas o el dominó como uno más del pueblo).
Quién sabe si el frustrado matrimonio hubiera sido exitoso, pero de lo que sí estoy segura es de la hipocresía de una sociedad que, por los mismos actos, estigmatizaba a las mujeres y eximía de responsabilidad a los hombres. Por si las imprecaciones que recibió Lupe Sino por su estilo de vida hubieran sido pocas −algunos miembros de la cuadrilla de Manolete la llamaban «serpiente» y «bicho» −, los desprecios que padeció se intensificaron tras la muerte de su pareja. Y es que no se le perdonaba ni su forma de vivir, poco respetable a ojos de sus juzgadores, ni que hubiera estado relacionada con el «rojerío» (la periodista Carmen Esteban, en su libro Lupe, el sino de Manolete (2007), la describe como «una mujer de izquierdas en tiempos de Franco»).
Lupe Sino estuvo casada por lo civil con un ingeniero anarquista, Antonio Verardini Díez-Ferreti, que ocupó la jefatura del Estado Mayor del IV Cuerpo del Ejército, situado en Alcohete y dirigido por Cipriano Mera, cuando en 1939 se produjeron los enfrentamientos entre comunistas y casadistas −todos del bando republicano− que supusieron el encarcelamiento de José Cazorla, entonces gobernador civil de Guadalajara, y su mujer, Aurora Arnaiz, quien tuvo que sufrir la muerte de su bebé sin haber recibido socorro médico.
De esa boda, celebrada en 1937, hay pocos rastros, aunque se sabe que uno de los testigos de la misma fue el mismo Cipriano Mera, a quien Lupe Sino denunció una vez acabada la guerra civil bajo unas acusaciones un tanto absurdas, lo que hace pensar en algún tipo de venganza personal. También es reseñable que Verardini le fue infiel con una mujer que acabó detenida por quintacolumnista.
El caso es que al finalizar la guerra, Verardini y nuestra paisana tomaron rumbos muy diferentes. Lupe Sino se trasladó a París, de donde volvió tratando de adaptarse a las nuevas circunstancias, trasladándose a México después de la muerte de Manolete (por cierto, el franquismo ocultaba que cuando el diestro toreaba en el país azteca compadreaba con Indalecio Prieto) y regresando años más tarde.
Murió en 1959 de un derrame cerebral consecuencia de un golpe en la cabeza que se dio unos días antes, pero ya mucha gente de Guadalajara no recordaba que Lupe Sino en esta provincia nació y disfrutó al lado de Manolete como, quizás, nunca antes hicieran.