Mañana es solo adverbio

28/03/2020 - 13:31 Antonio Yagüe

Lo que jamás nadie pensó que podía pasar, ha pasado. La gente ni siquiera imaginaba que se iban a acabar los besos, abrazos, caricias, cervecitas con los amigos... 

La primavera ha empezado sin nosotros. Salvador Lara me cuenta que por Jaraba anda desbordada, casi como el Mesa. Los ciruelos están en flor, los almendros andan un mes adelantados para lo que deberían y las abejas ya liban, ajenas a coronavirus, en romeros y tomillos. “Estamos en casa, claro. Como plantas de interior y los geranios, que habría que colocar en los balcones. Pero saldremos adelante”, anima. Otra buena amiga, Pilar, asegura desde Orea, pueblo de singular riqueza micológica, que pronto asomarán las primeras senderuelas o ninfas de los prados, las exquisitas colmenillas, los perrechicos o setas de Sant Jorge, y el rey Boletus. Sueña que será pronto y le dejarán ir a buscar. Mañana.

Otros amigos relatan que han escrito, escuchado música, visto películas, jugado al guiñote y hasta cocinado lentejas como nunca. Al salir a comprar y a la farmacia he comprobado que mis pies aún conocen la calle. Un paseo corto casi en volandas, como el de los astronautas, sin escafandra pero con guantes y flotando sobre el supermercado y su luz azulada, rodeada por dependientas cubiertas con mascarillas.

Esta semana debería haberse inaugurado la expo sobre Delibes (diez años ya sin él) en la Biblioteca Nacional. Me gustaría leer el catálogo. Significaría que el coronavirus ha terminado. Abundarán los merecidos elogios dedicados al último castellano libre, alma, guardián y uno de los más brillantes servidores del idioma castellano en la segunda mitad del siglo XX. Habló del campo como pocos han sabido hacerlo. Vestido con su inolvidable gorra, era el escritor de la Castilla rural, de gentes sin voz amarradas a una vida de madrugones y sudores, pendientes del cielo ante posibles estallidos que destrozaban meses de labor.

Lo que jamás nadie pensó que podía pasar, ha pasado. La gente ni siquiera imaginaba que se iban a acabar los besos, abrazos, caricias, cervecitas con los amigos… Mientras estamos encerrados, las aguas se hacen cristalinas, el aire se limpia, y las sabinas y otros árboles purifican la atmósfera. La Naturaleza es tan mágica que ella misma está desinfectando del daño que le causamos.

Estamos viviendo algo histórico, como la Guerra Civil nuestros abuelos. Algo raro que nos dará una gran lección. A ver mañana, adverbio de tiempo como nos enseñaron en la escuela.