'Maravilla' Martínez
Empujado por el corralito, Sergio Martínez salió de Argentina en 2002. Hasta ese momento había desarrollado una notable pero limitada carrera pugilística que le llevó a participar en el mundial de boxeo de 1997 y a ser campeón argentino y latinoamericano de peso wélter.
Acuciado por la situación económica de su país y deseoso de dar un salto a su carrera, decidió venir a España. Por ahorrar en el precio del billete voló hasta Roma, pensando que estaba cerca de Madrid, y tardó tres días en llegar a Chamartín. En el trayecto le robaron la carpeta en la que tenía apuntados sus contactos y tan sólo conservó, apuntado en un papel guardado en el fondo de un bolsillo, un teléfono de Azuqueca de Henares. Resultó ser de un exboxeador y entrenador argentino, Pablo Sarmiento, y allí se trasladó. En aquellos años compartió piso junto a su pareja con cinco personas más de distintas nacionalidades. Además de entrenar duro, para ganarse la vida hizo de todo, desde ser ayudante en un gimnasio de Azuqueca a portero en dos discotecas de Guadalajara. Cuando no le llegó el dinero, sobrevivió gracias a la ayuda de Cáritas. Poco después, sin dejar de prepararse un solo día, despegó su carrera, consiguiendo su primer título mundial.
A partir de ahí su trayectoria fue meteórica. Durante casi una década ganó varios títulos mundiales, defendidos en Europa y en Estados Unidos. Estuvo entre los tres mejores boxeadores de la época, junto a Manny Pacquiao y Floyd Mayweather, siendo nombrado mejor boxeador del mundo en 2010. En Argentina, sus victorias en el Madison Square de Nueva York o en Las Vegas despertaron furor; aquí en España, debido al abandono y estigmatización que este deporte ha venido sufriendo desde hace décadas, solo los aficionados tuvieron noticia de ello. Fue recibido por el Papa Francisco, a quien llevó sus cinturones de campeón. La prensa estima que ganó aproximadamente 50 millones de dólares durante sus años en activo. Su primer dinero lo invirtió en comprar libros. Abstemio, jamás ha fumado ni probado droga alguna. En 2014, acechado por las lesiones, abandonó el ring, para regresar en 2020 de manera tranquila pero firme en búsqueda de un nuevo título mundial.
Inquieto como es, no ha parado un momento, habiendo sido desde monologuista para la Paramount o escritor de sus memorias a colaborador televisivo o reconocido actor. El pasado sábado representó en Azuqueca “Bengala”, obra de teatro de la que es único intérprete y que ha venido representando en los Teatros Luchana de Madrid. Tras su actuación, se dirigió emocionado al público, con lágrimas en los ojos, para recordar sus tiempos como vecino de Azuqueca y Alovera, los malos momentos y los buenos. Nadie como él representa las virtudes del noble arte.