Matracas
Desde el viernes en forma de matraca insoportable llueven políticos en pos de 76.000 cargos, repeinados/as, con vestidazos rompedores, sonrisa de silicona y dientes profiden.
Hace tiempo que la matraca o carraca, instrumento sonoro de las semanas santas, se ha convertido en pieza de museo. El pájaro homónimo, de singular bello plumaje, fue declarado en peligro de extinción en 2010. Pero sus crac-crac-crac siempre vuelven con las elecciones, como los turrones el Almendro por Navidad.
Desde hoy en forma de matraca insoportable lloverán políticos en pos de 76.000 cargos, repeinados/as, con vestidazos rompedores, sonrisa de silicona y dientes profiden. Nos asediarán por radios, teles y plazas, nos ofrecerán el oro y el moro, viviendas, viajes medio gratis, y quizás un crecepelo infalible o una pastilla que cual bálsamo de Fierabrás nos curará todas las dolencias.
La carrera contrarreloj la iniciaron hace semanas con promesas a tutiplén los presidentes del Gobierno y de Castilla-La Mancha, cada uno por su lado pero sin pisarse la manguera, ofreciendo medidas sociales de las que no se habían acordado, vaya por Dios, durante los cinco años que llevan al frente del timón (es un decir).
Se han arreglado parques en pueblos sin escuela, remozado caminos rurales y pasado la brocha gorda por carreteras para disimular cráteres lunares. Todo sea por un voto, que para nosotros es un papel y para ellos un salvoconducto al limbo los próximos cuatro años. De reojo miran a las generales, convencidos de que el 28-M será una especie de primera vuelta.
Ante tanta matraca, el machaque continuo de discursos, la multiplicación de obras y promesas, de panes y peces, se entremezclarán durante las dos próximas semanas en una especie de tómbola con una realidad falaz que confundirá al lugareño y le hará dudar si le hablan de Zaragoza, París, California o Canadá.
Dicen los demoscópicos que un 20% de ciudadanos aguarda al tiempo de descuento para decidir su voto. Ojo con no tropezar dos veces con la misma papeleta.