Medio tontos

El profesor planteó: “Si un tren sale de Barcelona a las 10 de la mañana y otro de Huelva a las 12 y, a pesar de haber tenido un percance en Despeñaperros, los dos llegan a Madrid a las 5 de la tarde, ¿Cuántos años tengo yo?” Solo un alumno levanta la mano: “Tiene 44” “¿Cómo lo has sabido?”, pregunta el docente. “Lo sé porque tengo un primo medio tonto que tiene 22”.

El viejo chiste me viene a la cabeza en estos días de mítines preelectorales, rifirrafes parlamentarios y grotescas ofertas de jerifaltes cantamañanas y manirrotos con dinero de todos. Cabe una duda: si los políticos y sufridos practicantes del voto útil o inútil tienen 22 años. O todos 44.

Los candidatos y su tropa andan arrebalados, como a veces las ovejas, retocando la fiscalidad con tufo electoral. El resultado será una deuda abrumadora con tal de salvar sus poltronas. Además, en esta espiral de demagogia ninguna empresa o familia puede prever cuánto tendrá que pagar en impuestos en 2023.

En la irracional batalla tratando de pillarnos por el bolsillo, ofertan ayudas, reparten una pedrea de subvenciones, bonos diversos, carnés de jóvenes, de mayores y de transportes semigratuitos. En Extremadura, para no provocar mofas, porque su ferrocarril es más lento que un caracol con asma, ofrecen autobuses de balde en toda España. Se las saben todas. En los nuevos Presupuestos Generales del Estado se autoriza a los ayuntamientos a ocultar subidas de IBI hasta pasadas las elecciones municipales de mayo.

No se les ocurre, por ejemplo, que los bares en pequeños municipios rurales, incluso los panaderos y tenderos, tengan una fiscalidad cero por el papel social que cumplen. Lo reivindican los hosteleros de Aragón, también por su función vertebradora: “Si dejan de existir estos bares habrá que inventarlos, y será más costoso porque supondrá la creación de un espacio para jóvenes, otro para mayores...” Lambán y García-Page están a tiempo.