Mustia Navidad

05/12/2020 - 11:29 Antonio Yagüe

El  presidente de presidentes Sánchez advirtió que serán unas Navidades “a distancia”.

la adelantada Nochebuena molinesa  durante este frustrado puente con misa del Gallo o de media noche a las siete de la tarde, una deslucida hoguera en el Cerro y otras restricciones, son el preludio de unas mustias Navidades por la embestida vírica. A los mayores de la comarca les recuerdan  las pobres y sombrías celebraciones durante la Guerra Civil. 

La vida social se ha ido encogiendo, la familia alejando y los amigos se ven cada vez más tristes ante la retahíla de consejos o prohibiciones encubiertas que recuerdan los años de niños y colegiales con las hormonas a tope. No toques, no cantes, no grites, no tosas, no fumes, no salgas a la calle, no seas contagiador, no vayas a los bares, a mí ni te acerques...

El  presidente de presidentes Sánchez advirtió que serán unas Navidades “a distancia”.  Sin abrazos, besos, discusiones, risas hasta partirnos o cenas y tocadura de atributos al cuñado. Serán algo así como el fútbol televisado o el sexo por videoconferencia. ¡Vaya merde!, como decían los cursis cuando casi todos chapurreábamos francés. 

Aseguran los expertos que la carencia afectiva ocasionada por la falta de contacto físico, ese toque mágico que nos llena de vida, que tanto nos relaja y también excita, produce incertidumbre e inestabilidad emocional que podría degenerar en trastornos de estrés postraumático. Dicho en cristiano, la falta de abrazos puede ser tan fatal como el propio virus.  Ese abrazo fugaz al despedir a un amigo tras una noche de fiesta, el achuchón a los nietos, un roce de manos a escondidas, el primer beso, los dedos de una madre secando tus lágrimas, el pellizco en la mejilla de la abuela, cerrar un trato dándole la mano a un cliente o calmar el sufrimiento de un compañero con la palmadita en la espalda…

Menos mal que nos quedan los paseos en alamedas, páramos y sabinares, las charlas y conversaciones al aire libre con gente querida bajo esas choperas desnudadas por el otoño, pintadas de oro y gris. No nos lo pueden quitar, junto a algún vinejo medio acompañados al calor de la casa.