Novelas y folletines
Una de las reseñas, la llevada a cabo por Jordi Gracia, el crítico literario de El País, sobre el Premio Planeta, ha sido polémica por su dureza, tanto con la autora como con los miembros del jurado.
Envuelto en polémica, como ya es habitual, el premio Planeta ha dado una vuelta más en su deriva mediática. Nadie va a descubrir a estas alturas que tiene poco o nada de literario y mucho de montaje comercial, de espectáculo publicitario. En esta edición el premio ha recaído en Sonsoles Ónega, conocida presentadora televisiva de Antena 3, canal propiedad de la misma empresa que edita el libro ganador. Vamos, que todo queda en casa. Lo cierto es que, conocidos los ganadores, no creo que nadie esperara una gran obra, una novela de altura, sino un apaño para vender libros, que es de lo que se trata. Ahora bien, la crítica, que desempeña un importantísimo papel orientando a los lectores y valorando la calidad de cualquier obra literaria, ha procedido, como es su obligación, a analizar el libro vencedor del concurso, en el que, por cierto, han participado, según informó la propia editorial, 1.129 novelas. Casi nada. Hace falta ingenuidad.
Una de las reseñas, la llevada a cabo por Jordi Gracia, el crítico literario de El País, ha sido polémica por su dureza, tanto con la autora como con los miembros del jurado. Dice Gracia que, tras leer la historia, y perdonen por lo extenso de la cita, que “la sensación de ridículo es sofocante. Por la trama, por el estilo, por la mojigatería, por la ranciedad, por la simpleza, por la arbitrariedad, por la absoluta nadería de un folletín sin categoría siquiera de folletín. A alguien se le ha ido la pinza para llegar a premiar una redacción escolar de turbadora tosquedad”. Creo que es suficiente para entender que no se trata precisamente de una crítica amable, ni en el fondo ni en las formas. Debo reconocer que me he acercado a la novela, tras leer a Jordi Gracia, con no poca curiosidad. No la he acabado ni la pienso acabar, apenas he leído los cinco primeros capítulos, que no es poco, pues tengo por norma no torturarme con algo que está llamado a ser placentero. Posiblemente el crítico tenga razón, yo tampoco entiendo que el jurado, que debe estar curado de espanto, sea capaz de firmar con su nombre semejante fraude, pero sus razones tendrán.
Ahora bien, se puede criticar a la editorial, cuestionar el montaje, poner a caer de un burro a los miembros del jurado… pero ensañarse con la autora, que jamás ha tenido ínfulas de literata, es sobrepasar determinadas líneas. La primera, la del respeto. Si se pierden las formas se pierde la razón. Por lo demás, poca profesionalidad demuestra quien, cuando se trata de un amigo, como hace con las novelas de Javier Cercas, las elogia hasta el ridículo. Qué triste el folletín generado.