Nuestra tragedia

04/03/2023 - 13:00 Jesús de Andrés

Curiosa semana de acusaciones mutuas de corrupción, a modo de fuego de artillería enemiga, cada uno en su trinchera, esperando que las bombas le aticen al otro. 

 Diputados en puticlubs, antiguos ministros espiando sin control, una concejal detenida contra su voluntad en el maletero de un coche… La corrupción es un mal que recorre las instituciones, pero no sólo aquí, en todo el mundo. No se es corrupto por ser español, ni se deja de ser por haber nacido en Noruega. No son más corruptos los políticos de derechas ni menos los de izquierdas, y viceversa. No hay más corrupción en el sur que en el norte. La corrupción tiene que ver con las normas previstas para su evitación, no con el carácter de la gente, la altitud geográfica, la orografía ni el clima del lugar. Hay más corruptos y corruptas allí donde hay poder y no existen normas ni control. Los países escandinavos no son menos corruptos porque sean moralmente superiores, ni por tener menos horas de sol. Lo son porque hay leyes duras, control estricto del gasto y normativa sobre incompatibilidades para quien toma las decisiones. 

En España hemos sufrido la corrupción desde siempre. Por mucho que algunos discursos lo pretendan, con la llegada de la democracia se redujo porque por fin hubo libertad informativa y transparencia; no es que antes no existiera, es que no se sabía apenas nada de ella. Cada gobierno ha tenido sus asuntos y resulta curioso comprobar los listados de casos y siglas que esgrimen unos y otros acusando al contrario sin tener en cuenta los propios. La corrupción económica se ha reducido infinitamente gracias a las normas aprobadas desde 2011 en adelante, que han mejorado el control de la gestión económica, por lo que resulta cuando menos curioso en énfasis que se intenta poner para desgaste del rival en vez de insistir en seguir legislando para su máxima erradicación.

  Se confirma que será Ramón Tamames el candidato que presente Vox en la moción de censura. Más allá del intento de desprestigiarlo por su edad, sorprende la ingenuidad de algunos que piensan que puede servir de algo más allá de contribuir al espíritu de trinchera al que otros quieren llevarnos. Una bufonada sin recorrido, un paripé que tan sólo servirá para deslegitimar más aún a las instituciones. Triste país en el que en lugar de buscar soluciones se buscan culpables, en el que en lugar de propuestas se programan teatrillos. Como dijo Max Estrella a don Latino en Luces de Bohemia, nuestra tragedia no es una tragedia. “¡Pues algo será!”, respondió D. Latino. A lo que Max, siempre lúcido, respondió: “El esperpento”. Qué si no.