2. VIAJES

Paseamos por el cementerio alcarreño que es ya referencia en Europa

30/10/2025 - 20:29 FCV

Europa ha puesto la mirada en Brihuega. En este rincón de La Alcarria, donde el aire huele a piedra antigua y a lavanda, se alza el Castillo de la Peña Bermeja, y dentro de sus muros, un cementerio que acaba de ser reconocido por la Asociación Europea de Cementerios Singulares (ASCE). Su incorporación a la Ruta Europea de Cementerios Históricos, avalada por el Consejo de Europa, coloca al camposanto briocense junto a lugares tan emblemáticos como el Père-Lachaise de París o el Monumentale de Milán. Es el reconocimiento a un espacio que une historia, arte y memoria en un mismo latido.

El visitante accede al cementerio atravesando las murallas rojizas del castillo, un recinto que fue residencia real en la Edad Media y hoy se abre a la luz del valle. Dentro, el silencio tiene otro peso. Todo parece más detenido, como si el tiempo aquí caminara más despacio. El camposanto, habilitado en 1834 tras una epidemia de cólera que obligó a buscar nuevos lugares de enterramiento, conserva el trazado decimonónico original: un patio dividido en dos alturas, con las tumbas sencillas en la parte baja y los panteones familiares en la zona alta.

El primer golpe de vista lo marcan los cipreses que se recortan contra las murallas y el rumor del aire que sube desde el Tajuña. En los caminos empedrados aparecen las huellas del tiempo: lápidas con letras borradas, cruces de hierro, ángeles de piedra con las alas gastadas. Algunas sepulturas llevan fechas que se remontan a finales del siglo XIX. En una esquina del recinto se encuentra el panteón de la familia Sánchez Rael, fechado en 1885, con su escudo tallado en la piedra y un aire señorial que contrasta con la sobriedad del entorno. Muy cerca, una cruz custodia la sepultura de la familia Gumiel Cepero, adornada con flores esculpidas y una figura de la Virgen de la Soledad.

El recorrido sigue hacia el fondo del recinto, donde se levanta una capilla pequeña, blanca y de líneas neoclásicas. Es el panteón de Ángel Pérez Ballestero, dedicado a San Francisco de Asís y fechado en 1915. Su interior, restaurado recientemente, conserva detalles de forja y piedra labrada que reflejan el gusto artístico de la Brihuega de aquel tiempo. Es quizá uno de los rincones más fotogénicos del lugar: el mármol claro contrasta con el fondo oscuro de los cipreses y con las piedras rojizas del castillo.

En este cementerio no hay ostentación, pero sí una profunda armonía entre la arquitectura, el paisaje y la memoria. Desde la parte alta, donde descansan las tumbas más antiguas, se domina una vista amplia del valle alcarreño: campos de secano, olivares y pueblos diminutos en el horizonte. Esa panorámica es parte esencial del encanto del lugar; explica por qué tantos visitantes lo describen como un mirador de la memoria.

El Ayuntamiento de Brihuega ha invertido en los últimos años en la restauración del castillo y del cementerio, limpiando muros, recuperando panteones y mejorando los accesos. No es casual que la ASCE haya incluido este recinto en su red europea: el de Brihuega es un ejemplo de cómo el patrimonio funerario puede conservarse con respeto y dignidad, sin perder su función original.

Al salir, el visitante vuelve a cruzar la puerta de piedra y se encuentra de nuevo con la luz del pueblo. El sonido de los pájaros sustituye al silencio del interior. Uno se lleva la impresión de haber caminado por un lugar donde cada nombre, cada cruz y cada flor cuentan una parte de la historia de Brihuega. En un mundo que corre, este cementerio invita a detenerse y mirar despacio: un espacio donde la muerte se vuelve paisaje y el arte, memoria viva.

FUENTES: