Pasen y lean
Les muestro algunos titulos que han logrado conmoverme, consiguiendo que mi mirada se transforme al observar las especies dibujadas.
Habitamos en la ciudad con dos bibliotecas, la pública municipal José Antonio Suárez de Puga y la pública del Estado, en Dávalos. En ambas, las actividades se suceden a lo largo del año, siendo los Clubs de Lectura salas mágicas repletas de historias cautivadoras. Y en este circo de la literatura, donde los animales habitan en las líneas escritas de algunas novelas, les invito a que pasen y lean. Por ello, me propongo mostrarles algunos títulos que han logrado conmoverme, consiguiendo que mi mirada se transforme al observar a las especies dibujadas.
Quisiera comenzar con un relato de humor negro sobre el poder de la literatura donde la protagonista es una rata, Firmin. Su autor, Sam Savage. No es el momento de hablar sobre el impacto que la novela tuvo tras su publicación, convirtiéndose en un fenómeno editorial; es el momento de hablar de su protagonista, una rata devoradora de libros en la máxima expresión de la palabra, los lee y después, se los come. Los clásicos le entusiasman y, con cada nueva lectura, consigue humanizarse algo más. Su vida, la de una rata cualquiera, va calando hondo en un lector capaz de detectar la ternura de un animal conmovedor e ingenioso, un roedor que emite una declaración de amor a cada libro que engulle realizando una profunda reflexión sobre la condición humana en sus quince capítulos.
Estamos acostumbrados a los animales, forman parte de nuestro entorno, y su número es tal que las protectoras y santuarios están saturados, evidenciando con su exceso el poco valor que se les atribuye. No ocurre lo mismo en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick. El holocausto nuclear ha dejado la tierra con los pocos humanos que no han emigrado a Marte, personas que conviven con androides similares a ellos. En este mundo creado donde el polvo gris provoca el deterioro físico de aquellos que lo inhalan, los animales vivos escasean, y son suplantados por imitaciones eléctricas. Uno de los objetivos del protagonista es conseguir un animal vivo, aquel que le dé una posición privilegiada en la tierra. El catálogo más prestigioso es el Sydney de animales y aves, con precios prácticamente inalcanzables, como si fuera el Birkin más codiciado. Los humanos recuerdan cómo los primeros en morir en la guerra fueron los búhos, y cómo el sol había dejado de brillar. Lo que antes de la lluvia radioactiva era habitual, se convirtió en algo excepcional a posteriori, un lugar donde la escasez de animales, provocó que fueran deseados. En esta novela los androides, que parecen más inteligentes que los humanos, se reflejan sin consideración moral sobre los pocos seres que aún se mantienen vivos y la empatía no la conocen.
Y si de perros hubiera que leer algo, les aconsejo Flush, una biografia, de Virginia Woolf. La escritora inglesa tiene en su haber esta joya literaria donde un cocker spaniel narra la vida de la poeta Elizabeth Barrett. A través de su mirada canina, es capaz de apreciar las emociones humanas. Su raza le hace merecedor de ser entregado a la señorita Barrett, que vive encerrada en una habitación debido a la enfermedad que la mantiene postrada en cama. Cuando llega a su nuevo hogar el can se siente abandonado, su anterior dueña que ha profesado un gran amor y bondad por él, se aleja de su lado. Desde ese momento debe frenar sus instintos de libertad al permanecer recluido en el dormitorio junto a una mujer que lleva “la vida de un pájaro en una jaula”. Flush sufre cada cambio en la vida de Elizabeth, que le mantendrá siempre a su lado, y con mirada sensata narra experiencias que sin su noble compañía, hubieran parecido algo más pobres.
Imposible no cerrar este pequeño listado con la elegía andaluza universal del único burro pequeño, peludo, suave y tan blanco por fuera, que no lleva huesos. Y como el Nobel de Literatura, que expresaba melancolía por su ausencia en el último capítulo en ese paseo por el Moguer de su niñez, le preguntaría, Platero, dime: ¿te acuerdas aún de mí?