Pies de loto en el Palacio de la Cotilla


 A lo largo de la historia, cumplir con los estándares de belleza de cada época o región ha implicado, en la mayoría de las ocasiones, dolor, como los apretados corsés que no dejaban apenas respirar para lucir una estrechísima cintura, o las crinolinas de las faldas que impedían moverse y sentarse libremente. 

 A lo largo de la historia, cumplir con los estándares de belleza de cada época o región ha implicado, en la mayoría de las ocasiones, dolor, como los apretados corsés que no dejaban apenas respirar para lucir una estrechísima cintura, o las crinolinas de las faldas que impedían moverse y sentarse libremente. 

Traspasamos nuestro cuerpo con agujas para tatuarnos la piel, o nos realizamos perforaciones que decoramos con diversos piercings. Y no es algo nuevo. Ya en 1827, Giacomo Leopardi escribió un original texto en el que recrea un diálogo entre dos hermanas: la Moda y la Muerte. En él, la Moda le recuerda a la Muerte que las dos se esfuerzan continuamente por deshacer y transmutar las cosas del mundo de los mortales. La Muerte lo haría acabando con la existencia de los seres vivos, y la Moda persuadiendo y constriñendo a los hombres para que soporten cada día miles de fatigas y molestias, dolores y tormentos, invitando incluso a alguno a enfermar por ello o incluso a morir.

Detalle del Salón Chino, donde se aprecian los pies de loto en la figura femenina.

Uno de los ejemplos a los que se refiere la Moda en este diálogo es el de “lisiar a las personas con el calzado estrecho”. Todos recordamos el cuento de Cenicienta, una bella joven que, humillada por sus hermanastras y madrastra, consigue ser reconocida por el príncipe con el que bailó en una ocasión únicamente por su pequeño, casi diminuto pie. Y es que los pies pequeños y delicados han sido, desde antiguo, señal de belleza, de feminidad, incluso han tenido una gran carga erótica.

El ejemplo más extremo de este gusto por los pies pequeños lo encontramos en los conocidos como “pies de loto”. Se trata de una tradición china que surgió en el siglo X, aunque hay leyendas que la sitúan con anterioridad. El pie pequeño en China se ha considerado un elemento tan bello que incluso podía acarrear un gran poder, ya que las mujeres que tenían los pies pequeños optaban a que un hombre bien situado económicamente se fijara en ellas para contraer matrimonio, cambiando de esta forma su suerte al acceder a una vida llena de lujos y comodidades.

Mujer con pies de loto.

Pero este gusto conllevó una de las prácticas más atroces: el vendaje de los pies en las niñas para evitar su crecimiento mediante técnicas altamente dolorosas que producían la deformación del pie, manteniéndolo en unas reducidas dimensiones. El proceso comenzaba cuando la niña tenía de dos a cuatro años. Entonces se preparaban los pies con baños, ungüentos y masajes. A continuación se rompían los dedos y se colocaban bajo la planta del pie, rompiendo también el empeine y uniendo ambos extremos mediante fuertes vendajes para evitar que el pie volviera a su forma original. 

Al terminar el proceso, la niña era obligada a caminar para acostumbrarse y que no perdiera la capacidad de andar. Había que quitar el vendaje cada poco tiempo para cortar las uñas, ya que había riesgo de infección si se enquistaban debido a su nueva posición. En ocasiones, para evitar esto, se arrancaban directamente para que no volvieran a crecer. Y se realizaban nuevos vendajes más fuertes, para conseguir el objetivo deseado. Y es que el largo de pie ideal era de tan solo siete centímetros. 

Salón del Chino en el Palacio de Cotilla.

Esta práctica fue prohibida en 1902 durante la dinastía Qing, la última dinastía imperial de China. Sin embargo, continuó practicándose en zonas rurales hasta 1949, existiendo todavía hoy mujeres que fueron víctimas de esta tradición.

Zapatos para pies de loto.

En Guadalajara podemos encontrar un valioso ejemplo de pies de loto en el interior del Palacio de la Cotilla. En su Salón Chino hay una representación que nos muestra lo que acabamos de ver. Sus paredes, decoradas con papel de arroz traído de China en el siglo XIX, muestran, a través de figuras realizadas en tinta y guache, la vida cotidiana de un pueblo de la China feudal durante esa dinastía Qing. En el lateral izquierdo de la puerta observamos varias figuras femeninas. En una de ellas podemos ver sus pequeños y delicados pies de loto, siendo un testimonio de cómo han sido las costumbres a lo largo de los siglos. Y de cómo casi siempre han sido las mujeres las que han estado obligadas a seguir dictados extremos en nombre de la belleza.