Pobres canes

18/02/2023 - 20:31 Antonio Yagüe

Manu vigila los careos para que las ovejas no se zampen sembrados, ayuda a recogerlas en cañadas, coladas o junto a la paridera. Seguro que las conoce por su nombre.

José Luis Alonso, penúltimo pastor de Hinojosa, tiene un hatajo de lo más apañado de unas seiscientas ovejas, una veintena de cabras y un par de elegantes marutes. Y un ayudante, el perro Manu, una bendición en animal de los que escasean por estos pagos.

Por las noches anda husmeando por el pueblo, los niños le saludan en verano y Rosa Mari le procura comida y otros mimos, como a gatos y otros animales necesitados. Duerme tan pancho en el zaguán, la calle y la era sobre paja o nieve si apura, tan libre como los pajarillos de San Francisco de Asís. A veces, persiguiendo bichos, comida y hasta sombras, se acerca a las escaleras del bar con cara de no haber roto un plato.

Manu vigila los careos para que las ovejas no se zampen sembrados, ayuda a recogerlas en cañadas, coladas o junto a la paridera. Seguro que las conoce por su nombre. No hace falta que su dueño ni nadie le diga una palabra, basta con el sabio idioma de los ojos. Superaría en eficacia a tres ayudantes humanos ¿Necesitará, según la nueva ley, un carné? ¿Cuánto costará su seguro anual y el GPS obligatorios? ¿Vendrá algún enviado de Sánchez o Page a enseñarle?

Los tradicionales perros pastores de nuestros pueblos (mastines y asimilados aparte), adiestrados ya por sus madres, se comportan mejor que muchas personas. Acabada su jornada, es casi como si no existieran.

Leyendo artículos de la ley de protección animal, aprobada por diputados que no entrarían ni en ese reino aristotélico, mi amigo Juan recuerda la exclamación hace un siglo largo de un sabio francés al enterarse del proyecto de crear un impuesto sobre los canes: “¡Pobres perros! ¡Os quieren tratar como si fuerais personas!” ¡Ojo con los reglamentos!, tan codiciados por Romanones.