Polarización

06/01/2024 - 17:47 Jesús de Andrés

 La cuestión es que ahora, donde todo lo que no venga de los nuestros está deslegitimado de partida, donde no se acepta la regla democrática de la mayoría, no se reconoce lo que provenga de “los otros”.

Es probable que, en los muchos resúmenes de 2023, hayan oído que la palabra del pasado año ha sido “polarización”. No es un término nuevo, lleva más de 140 años en el diccionario, pero de un tiempo a esta parte ha evolucionado su sentido, transitando del ámbito de la física, del magnetismo, hacia el de la confrontación política. Su presencia en los medios de comunicación ha sido constante últimamente. Alude, ya saben, al posicionamiento extremo, al enfrentamiento ideológico, al desacuerdo exacerbado, a la confrontación y la crispación buscadas. Es lo de siempre de un tiempo a esta parte: lo emocional se impone a lo racional. La pertenencia a la tribu por encima de la racionalidad individual, la identidad ante todo, los colores de equipo lo primero. Odios, pasiones y fobias. Hooliganismo. La opinión de los demás, cuando no coincide con la nuestra, no merece ni curiosidad ni respeto, tan sólo rechazo.

En las últimas décadas se han aprobado cientos de leyes. A usted, como a mí, no le gustarán todas, estará en desacuerdo con buena parte de ellas. A bote pronto, se me ocurre media docena de leyes en vigor que me hacen poca o ninguna gracia. Pero no está ahí el problema, la cuestión es que ahora, donde todo lo que no venga de los nuestros está deslegitimado de partida, donde no se acepta la regla democrática de la mayoría, no se reconoce lo que provenga de “los otros”. Toda resolución de un conflicto se convierte en un dilema moral, que como tal ha de ser politizado. A los políticos debemos pedirles que ideologicen menos y gestionen más, que se encarguen de los problemas. Ni un gobierno está para salvarnos, ni una comunidad autónoma para catequizarnos, ni un ayuntamiento para enfrentarnos. Están ahí para gestionar los problemas, cada uno en su nivel. Ahora bien, ellos saben que hay temas que dividen, que obligan al posicionamiento, a las filas prietas, a la dialéctica ellos-nosotros. Lo saben, sobre todo, los extremos. Politizar los dilemas morales, da igual que sean las creencias religiosas, la tauromaquia, la amnistía, la navidad, las guerras en el mundo o la agenda 2030, puede dar réditos electorales, que es lo que importa.

Lo saben. Lo sabe Vox y lo saben Podemos y Sumar, tanto monta. La politización, la radicalización, juega a su favor porque ellos no tienen vocación moderada alguna y de poco les sirve entender las razones del rival. Apalear muñecos o retorcer argumentos son caras de la misma moneda. Lo malo es cuando quienes deberían apostar por la moderación se dejan llevar por las dinámicas impuestas. Aquellos tensan las relaciones, poco les importa. Estos se dejan arrastrar, y eso es problema de todos.