
Polonia
A finales de agosto de 1939 los ministros de asuntos exteriores de la Unión Soviética, Mólotov, y de la Alemania nazi, Von Ribbentrop, firmaron un pacto de no agresión que, entre otras cosas, se repartía secretamente el mapa de la Europa Central y Oriental en zonas de influencia para ambos países.
A finales de agosto de 1939 los ministros de asuntos exteriores de la Unión Soviética, Mólotov, y de la Alemania nazi, Von Ribbentrop, firmaron un pacto de no agresión que, entre otras cosas, se repartía secretamente el mapa de la Europa Central y Oriental en zonas de influencia para ambos países. Polonia quedaba repartida entre Hitler y Stalin de tal forma que apenas unos días después se inició su invasión por parte de los ejércitos alemanes, dando lugar al inicio de la II Guerra Mundial. No hace falta insistir en las consecuencias que aquello tuvo para Polonia en forma de destrucción física y material ni en la larga y cruel dictadura comunista que le fue impuesta tras el conflicto. Cuando en los años ochenta soplaron vientos de cambio, en buena medida iniciados por el sindicato Solidaridad de Lech Walesa bajo el influjo de Juan Pablo II, el pueblo polaco hizo todo lo posible por quitarse de encima al oso soviético y de buscar el vínculo atlántico, el apoyo estadounidense, única garantía para ellos de alejar las garras de Rusia.
La semana pasada, tras décadas de buena relación entre EEUU y Polonia, el presidente Trump hizo esperar hora y media al presidente polaco Andrzej Duda, quien aspiraba ser el primer jefe de Estado europeo en ser recibido el nuevo presidente norteamericano, para finalmente concederle apenas diez minutos. Una humillación en toda regla, más dolorosa, si cabe, por inesperada y traicionera. Si se lo hubiera hecho a cualquier otro líder europeo -pongan ustedes el ejemplo- no nos hubiera sorprendido, y menos conociendo las credenciales del anfitrión, pero al presidente polaco Duda, uno de los conservadores que más ha defendido a Trump, resultaba inaudito. No sabemos si ha habido un nuevo pacto Mólotov-Ribbentrop entre Putin y Trump, no sabemos si es parte de las erráticas decisiones tomadas por el presidente estadounidense o simple resultado de su atrabiliario carácter. Lo que sí es cierto es que en Polonia han comprendido que vienen malos tiempos, que la actual mudanza rompe con lo que hasta ahora teníamos, que el equilibrio, ya destruido por la invasión de Ucrania, lejos de reestablecerse, necesitará otros apoyos.
No son pocos los partidos radicales conservadores que se debaten entre su admiración por Trump y su rechazo a Putin, salvo las marionetas lideradas por el presidente húngaro Viktor Orbán. Algunos se cuestionan sus principios, otros los traicionan, como el presidente argentino, Milei, que se abstuvo en la votación contra Rusia en la ONU, pasando de recibir la más alta condecoración ucraniana y de las loas desmedidas a Zelenski a traicionarlo por pelotear a Trump. No me extraña que algunos se pongan nerviosos.