Pueblos a pique
La prensa regional nos devuelve a la realidad sumando cierres. Tres clásicas zapaterías segovianas, tres panaderías en pueblos de Calatayud, Carnicerías Ortega en Alcoroches, Alustante y Orihuela del Tremedal (60 años “dando servicio” a 50 pueblos)...
El último Eurobarómetro asegura que apenas un 27% de españoles confían en los medios y en las redes que algunos apellidan fecales. Mal panorama cuando los payasos de profesión ven imposible competir con el espectáculo político. O, como se asombra un diario francés, el derecho o no a recurrir a la gestación subrogada, resucitado por Ana Obregón, entierra la preocupación por leyes ‘progresistas’ que envenenan la vida cotidiana, corrupciones, el desempleo o la carestía en aumento.
La prensa regional nos devuelve a la realidad sumando cierres. Tres clásica zapaterías segovianas, cuatro peluquerías burgalesas, dos guarderías en Valladolid, 83 granjas de pollos en Castilla y León, tres panaderías en pueblos de Calatayud, Carnicerías Ortega en Alcoroches, Alustante y Orihuela del Tremedal (60 años “dando servicio” a 50 pueblos), o la última granja turolense de vacas lecheras en Alcorisa (patria pequeña de nuestro Eduardo Paz (La Bullonera)).
Cerrojazos como la marisquería de Molina dejaron hace tiempo de ser noticia. Muy sencillo: no se puede trabajar a pérdidas, porque la Seguridad Social y venga impuestos no perdonan. Con el inri de rigurosas inspecciones venidas desde Guadalajara (300 kms ida y vuelta) o Toledo (600 kms), mayormente para hacer el paripé o dejar claro el viejuno a ver quién manda aquí.
La despoblación ha ganado la batalla. A los jóvenes no les interesa el campo. Hasta los veterinarios prefieren las clínicas caninas urbanas. Los expertos aseguran que no sólo es cuestión de ingresos y condiciones de trabajo. No es atractivo, le falta glamur. Es cuestión de puro employer branding o prestigio del sector.
El reto sería dignificar la profesión de agricultor y hacer rentables las explotaciones. El campo se muere, mientras muchos urbanitas creen que los alimentos salen de la nada. “Los pueblos nos vamos a pique”, apostilla mi entrañable amiga Pilar de Bronchales, vecina de Orea.