Puente del Corpus

12/06/2020 - 20:01 Jesús de Andrés

En toda España el Corpus fue festivo hasta que en 1989 la Iglesia Católica y el Gobierno de entonces, presidido por Felipe González, llegaron a un acuerdo para trasladarlo del jueves al domingo.

Escribo estas líneas en un jueves de fiesta, en el día del Corpus Christi, por más señas. El Corpus, como a nadie se le escapa, es una fiesta católica de larga tradición dedicada a reivindicar la Eucaristía, la creencia en que Jesucristo está presente físicamente en el pan y el vino consagrados. En su candidez o ardor -dependiendo del caso-, los creyentes no admiten que se trate de una metáfora, de un ritual que recuerda una historia o celebra un momento. No, se pregona y se cree en la transustanciación: en que el pan es carne y el vino sangre reales. Por supuesto que cualquier análisis lógico o racional desmonta esta creencia en segundos, pero nada puede contra esa poción mágica llamada fe que contradice a la ciencia y altera la razón.

Pero no es de su adecuación a una sociedad ilustrada de lo que quiero hablar, pues es escaso el margen que para el debate dejan las creencias de este tipo, sino de su festividad. Celebrada sesenta días después del Domingo de Resurrección, siempre cae en jueves y por ello cada año da lugar a un puente a pesar de su discutida oportunidad. En toda España el Corpus fue festivo hasta que en 1989 la Iglesia Católica y el Gobierno de entonces, presidido por Felipe González, llegaron a un acuerdo para trasladarlo del jueves al domingo. La necesidad de ajustar el amplio calendario de fiestas religiosas a las exigencias laborales del país y de no perder un incontable número de horas por su eterna condición de puente festivo, lograron que se llegara a ese acuerdo, una decisión negociada y consensuada en la que primó el sentido común. En aquellos lugares donde el día del Corpus era una fiesta principal -como en Granada o Toledo-, se convirtió en fiesta local, dando satisfacción a la celebración tradicional sin obligar al resto.

Pero he aquí que 31 años después de aquella decisión consensuada entre la Conferencia Episcopal y un gobierno socialista, en 2010, el entonces alcalde de Toledo y hoy presidente de Castilla-La Mancha, García Page, trasladó a José María Barreda, quien entonces ocupaba la presidencia, la petición de ampliar la festividad a las otras cuatro provincias. No había ninguna demanda, al contrario, y tenía los beneficios de ahorrarnos un puente y de no trastocar a quienes, en provincias como la nuestra, trabajan en Madrid. Intentos ha habido, con acuerdos entre sindicatos y patronal, para trasladar al lunes las fiestas que tienen lugar entre semana para mejorar la productividad de las empresas y facilitar la conciliación de los trabajadores. Hora es, acuciados por las crisis, de regresar al acuerdo de 1989 y eliminar esta fiesta religiosa en jueves que ni la propia Iglesia celebra. Que alguien se lo traslade al presidente, por favor, a ver si hay milagro.