Putin, Patán, Patón
Tras la guerra de Ucrania, como en todas las guerras, hay intereses políticos y económicos. Y una disputa clave por las lindes.
Cuentan que las lindes, seguidas de las aperturas de ventanas hacia el vecino, lideraban en el mundo rural los pleitos y riñas hasta acabar en muertes. A la prensa, ahora casi toda acorazonada y plena de tertuli-asnos, le gusta enhebrar con ellos sus crónicas en la truculenta ‘España profunda’, como Puerto Hurraco.
También suceden reyertas por esta causa, incluso más crueles en la España urbana, en apariencia menos primaria y más fina. Basta sobrepasar el límite (linde en latín culto) pactado en negocios y sofisticados latrocinios, o las “líneas rojas”, como dicen los casposos tópicos políticos.
Tras la de Ucrania, como en todas las guerras, hay intereses políticos y económicos. Y una disputa clave por las lindes. Está claro que Putin es gentuza y su invasión injustificable. También la actitud de algunos gobernantes occidentales. Kiev fue la primera capital de Rusia y cuna de varios presidentes. Había un acuerdo tras romperse el bloque soviético de no ampliar la OTAN en dirección a Rusia para mantener el equilibrio militar en la zona.
Desde entonces, 15 países han sido añadidos. Putin avisó en la conferencia en Alemania sobre seguridad internacional de 2007 que de seguir instigando en Ucrania habría guerra. Hubo allí dos golpes de Estado y algunas de sus repúblicas se sienten tan rusas que desde 2015 son odiadas y atacadas permanentemente por su gobierno “central”. En dos se ha prohibido hablar ruso y se han cerrado medios.
Ni las propias víctimas habían calculado lo que nos parecía un imposible. Los muertos se cuentan por millares, los desplazados por millones, los destrozos humean y a nadie se le escapa que todo empeorará. Mientras, las clases medias europeas (incluidos los agricultores) cada día más empobrecidas, desprotegidas e ignorantes, aceptamos discursos ramplones apuntando a buenos sin nadie malo y malo sin buenos.
Putin, Patán, Patón… La historia del ex agente del KGB puede acabar como Garbancito en su cuento, engullido por un rumiante. O en Guerra Mundial, si a Biden se le va la olla. En este nuevo orden mundial sólo parecen estar a salvo políticos, funcionarios de estados o entidades supranacionales, y directivos de multinacionales. Todo muy negro.