Putivueltas

02/09/2023 - 18:53 Antonio Yagüe

En mi pueblo era pasatiempo de mozalbetes en la taberna, con la consabida apuesta, dar una vuelta al pueblo mientras algún forastero o zoquete local intentaban comerse siete galletas a palo seco.

El lenguaje juvenil, siempre vivo, mordaz y transgresor, acuñó hace  años un término acogido con diligencia por la RAE de rabiosa actualidad: putivuelta. La define como una vuelta que se da en la disco o en el bar para reconocer a potenciales objetivos para ligar.

Su origen pudiera estar en locales con abroches amorosos tarifados. Hoy no se considera machista, ni feminista, trans o de otras sensibilidades sexuales. Dio su salto a la política en 2016 cuando el filósofo pontevedrés Rajoy y el madrileño resistente de manual  Sánchez, se dieron a las “rondas de contactos”, con acercamientos y “nos es no” que acabaron en el poliamoroso ejecutivo prebautizado por Rubalcaba como Frankenstein.

Otro gallego, ahora en el frente conservador español, inició las putivueltas políticas tras el descalabro del 23-J buscando los favores de hermanastros voxeros, navarros, canarios y hasta secesionistas mentales y asimilados por la pela y los cupos. Dicen que las ha ampliado buscando la abstención altruista de los ocho diputados socialistas castellanomanchegos. Inútilmente. Según los observadores, están más pillados por Sánchez que por Page y pulsarán botones para facilitar nuevos privilegios económicos a Euskadi y Cataluña, el “alivio penal” a 4.000 golpistas del ‘procés’ o referéndums de farol para mantenerlos en Europa pagando los demás la cuenta.

En mi pueblo era pasatiempo de mozalbetes en la taberna, con la consabida apuesta, dar una vuelta al pueblo mientras algún forastero o zoquete local intentaban comerse siete galletas a palo seco. El arrochante jugador, achuchado por los colegas de barra  (“¡que viene ya por la plaza!/¡que ya está aquí!”), se ponía nervioso, se atragantaba y apoquinaba la ronda.

Este agosto hemos dado en Labros otra vuelta por Hinojosa a la Cabeza del Cid. Fraternal, deportiva, nostálgica, sin banderas ni malos rollos. Nuestros antepasados la tacharían de gilivuelta, algo de tontilanes sin sustancia ni provecho. Quizá mejor que las nuevas putivueltas.