Ridículo

25/03/2023 - 12:58 Jesús de Andrés

Es posible que muchos no sepan quién fue Tamames o quizá lo hayan rescatado ahora sin recordar bien los detalles. 

Lo que hoy nos convoca aquí es una moción de impostura; (…) nos hace venir a perder el tiempo; (…) hasta aquí hemos llegado”. Así despachó Pablo Casado, en un momento de inusual lucidez, a Santiago Abascal en la anterior moción de censura, en octubre de 2020. Fue el suyo su mejor discurso mientras fue diputado, de los que hacen época. Se enfrentó sin miedo a quien, aspirando a presidir el Gobierno, dirigía su artillería contra el PP. “No es que seamos cobardes, lo que ocurre es que no queremos ser como usted”, remató Casado. Nada que ver con la pantomima de esta semana. Un circo, un esperpento, un disparate, se anticipó el propio líder de Vox a poner en boca de los demás porque en el fondo sabía a qué iba al Congreso. Presentar a un Ramón Tamames en declive de facultades, pero pletórico, como siempre, de infinita egolatría, fue un error y ellos mismos lo sabían. Proponer como presidente del Gobierno a tamaño personaje tras un calentón de sobremesa -propuesta de Fernando Sánchez Dragó, para más inri- es una ocurrencia de tal calibre que desprestigia sobre todo a quien lo ha pretendido.
Es posible que muchos no sepan quién fue Tamames o quizá lo hayan rescatado ahora sin recordar bien los detalles. Por mucho que se empeñe, siempre estuvo, ayer como hoy, en el lado equivocado de la historia. Fue militante y dirigente del Partido Comunista durante décadas, con la Unión Soviética en pie. Dejó el PCE tras el golpe de Estado, el 23-F, asociado a la trama civil que, precisamente, quiso llevar al general Armada a la presidencia del Gobierno tras una investidura a medida. Dejó Izquierda Unida, haciéndose tránsfuga, en 1989, cuando caía el muro de Berlín. Por mucho que hoy en día se intente blanquear al Partido Comunista de Carrillo, por más que se apele a su eurocomunismo, jamás salió de la órbita de la URSS y sus aliados. Hoy regresa, tras años de indigestión histórica, de la mano de la extrema derecha, pensando que le iban a aclamar, haciendo alarde de simpleza, tirando de tópicos falsarios, arruinando su presunto prestigio como economista. Para decir lo que dijo, bien podían haber llevado los de Vox a Pío Moa a exponer sus paranoias históricas. El Congreso, por más que muchos de nuestros representantes se empeñen, no es para tomárselo a broma. La paradoja es que todos quedaron bien salvo los que buscaban protagonismo. Quedó bien Sánchez, quedaron bien prácticamente todos los portavoces e incluso quedó bien Feijóo, quien se negó a participar en este inenarrable paripé, pese a la inexplicable abstención de su partido. Si Vox quisiera tanto a España como dice, nos hubiera ahorrado este ridículo.