Rugió el león
Lo dije hace unos meses y lo repito ahora: Argentina y su presidente, Milei, me tienen fascinado.
Viva la libertad, ¡carajo!, gritó fuera de sí por tres veces antes de ponerse a cantar, cual Camilo Sesto en Jesucristo Superstar, con los brazos abiertos de par en par: “Hola a todos, yo soy el león, rugió la bestia en medio de la avenida. Lloran los zurdos, sin entender, ‘panic show’ a plena luz del día”. Mientras, los congregados, hijos de Vox, gritaban a pleno pulmón ¡Libertad, libertad, libertad! y ¡Argentina, Argentina, Argentina!
Lo dije hace unos meses y lo repito ahora: Argentina y su presidente, Milei, me tienen fascinado. Lo analizo con el interés del entomólogo que observa el comportamiento de los insectos, me hipnotiza lo que allí ocurre, y doy gracias por no ser argentino. Argentina es la crónica de una catástrofe anunciada. Décadas de peronismo, de intervencionismo económico y corrupción, llevaron al país a la hiperinflación y la pobreza. Cómo estaría de mal la cosa para que eligieran de presidente a un tipo que, a todas luces, no rige bien. Podemos debatir si el libertarismo económico es una receta adecuada para afrontar el desastre allí gestado durante años y años, incluso si lo es en algún lugar del mundo. No se concibe en Europa, cuyo modelo combina un tibio intervencionismo estatal con un libre mercado controlado. De ahí que llame la atención que un partido como Vox, que entronca con la peor tradición autárquica del franquismo, la que condujo a España a finales de los años 50 a un estado de práctica bancarrota, se arrogue ahora la condición de adalid del liberalismo. Tan sólo el alejamiento del poder del núcleo falangista, a partir de la puesta en marcha de los planes de estabilización, permitió el desarrollo económico posterior. Pero lo que es incuestionable es que, en Argentina, en los próximos años, vamos a asistir, ya lo estamos haciendo, a un experimento social a gran escala: el de la validez, o no, de los mantras del liberalismo más ortodoxo, aquel que dice que la receta de la prosperidad consiste en la espantada del Estado y la autogestión por parte de la sociedad civil.
Lo demás, el ruido diplomático, las denuncias de corrupción a la mujer de Sánchez, la respuesta del gobierno español, las bravuconadas del presidente argentino, son parte del atrezo, fuegos artificiales para entretenimiento de seres altamente ideologizados. Nadie advierte en Vox las contradicciones que tiene defender un discurso ultraliberal, las paradojas imposibles de resolver, los disparates acumulados. Qué más da. Invitan a su convención a personajes que defienden a Putin y a otros que lo censuran, a antisemitas y defensores de Israel, a voceros de regímenes iliberales y a críticos feroces de los mismos. El futuro se juega este otoño en Estados Unidos.