San Juan: fuego y amor

15/06/2019 - 20:52 Antonio Yagüe

La noche de San Juan está envuelta en un halo mágico. 

Los cucos han dejado de cantar y las humildes aliagas han perdido su vestido amarillo que atestigua la implantación de la primavera en estas tierras. Llegan las fiestas de San Juan, que se aprovechan en España para hacer hogueras con las que purificarse y dar fuerza al sol –que a partir del solsticio de verano se va haciendo más débil—y quemar, de paso, antiguos enseres y trastos viejos. Toda una metáfora de lo que necesita España hoy.

Si se pierde el día 21, entrada oficial del verano en el planeta Tierra, puede aprovechar la madrugada del 23 o el 24 al atardecer, porque tampoco nos ponemos de acuerdo sobre cuándo celebrarlo. En todo caso, no olvide el propósito de esta festividad y dedique incluso el martes 25 a quemarlo todo, simbólicamente claro, arrojando al olvido todos los males de nuestra sociedad y a sus protagonistas.

Juanillos llaman en Cádiz y Júas en Málaga a los muñecos que acaban en la hoguera. Monicacos define la RAE a las personas de poco valor. Algunos iban en las listas electorales pero ya están calentando poltronas. Deberían ir metafóricamente al fuego para fortalecer al sol y que las tinieblas no dominen en la escena política, económica y cultural ni en la administración de la sociedad española.

La noche de San Juan está envuelta en un halo mágico. Las  hogueras se encienden siguiendo una tradición de origen milenario y pagano. Otra teoría apunta razones más románticas, la conmemoración del amor. Defiende que nuestros antepasados creían que el sol estaba enamorado de la Tierra, y que cada año, justo el 21 de junio, se negaba a abandonarla. Para homenajear la relación se festejaba encendiendo fogatas. El Cristianismo absorbió la tradición y la convirtió en conmemoración del nacimiento de San Juan Bautista. Fijó el 24 de junio para honrar al santo y la religión, además del sol.

 Es también una festividad para buscar el favor de la suerte con rituales famosos, como saltar hogueras y olas, darse un baño en el mar entrando de espaldas o simplemente lavarse la cara. En mi pueblo se perdió la tradición de la fogata. Los mozos mantuvieron la del amor colgando los mejores ramos de flores a sus amadas. O cardos, los despechados. Machismo quizá, pero por amor.