Segunda floración

20/09/2019 - 13:06 Marta Velasco

Salvo para la lluvia no quiero melancolía ahora que me he quitado de la política.

Me cuentan mis amigos de la Solana que en su jardín han florecido los manzanos otra vez.  Como si fuera una segunda primavera, las flores han vuelto a brotar al borde del otoño seguntino. Esta floración me ha recordado un tango que le gustaba mucho a mi padre “Cuando las lilas vuelvan a florecer” se llama y mientras lo escuchaba me ha invadido la nostalgia. Sé que a mi edad la nostalgia no es recomendable porque es una inequívoca señal de caducidad, de que ya no suspiras sino por el pasado, que eres consciente de la fugacidad del presente y la incertidumbre del futuro.

Si la naturaleza, en vez de hacer florecer los manzanos de Sigüenza en septiembre, nos hubiera proporcionado un breve rebrote de juventud a los humanos otoñales, habríamos podido vivir en directo, sin añoranza alguna, los momentos en los que uno mismo era el protagonista de su vida.  Ser otra vez joven, sentir ese latido fuerte en el corazón, esa dichosa inconsciencia, la frivolidad y la soberbia de creer que sabes lo que quieres y de imaginar que lo puedes conseguir, esa sensación de libertad … Que tiene los días contados, porque tras el amor vienen los hijos y entonces ellos son los protagonistas y su felicidad es la tuya. Y después llegan los nietos y nos unimos al coro de admiradores de los chiquitines. 

Todo genial, una vida placentera.  Pero un día, con las defensas bajas, escuchas Sapore di sale, Yesterday o Mediterráneo o ves en la televisión Desayuno con diamantes, se te aparece el pasado embellecido y  te das cuenta de que ya no recuerdas como fue el esplendor en la yerba de tu juventud, ni aquella fiebre amorosa que lo arrasó todo, ni esa gana de bailar por cualquier pequeño éxito. En un poema de amor dice Neruda: “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos”. Mira que bien, ya me gustaría, pero se ha vuelto imposible a causa del tiempo que avanza inexorablemente.

Salvo para la lluvia no quiero melancolía ahora que me he quitado de la política. El tiempo tiene también cosas buenas, miro hacia atrás y no tengo más que motivos para agradecer todo lo que he recibido de la vida, por tantas personas que quiero y tantas alegrías que me dan.

  Temo además que una segunda floración sería catastrófica.  En esta etapa de la vida le doy valor a muchas cosas que en la atolondrada juventud ni siquiera consideraba: la salud, la estabilidad, la compañía, las series de televisión y mi butaca. La melancolía para la lluvia y también la nostalgia de lo que perdí, un sentimiento propio de quien ha vivido, amado, reído y sufrido a partes iguales, que viene complementada por la música de mi vida, una biblioteca imprescindible, mil películas inolvidables, las ciudades más amadas, el momento mágico de montar en bicicleta sin ayuda y la sensación triunfal de salir a la calle con mis primeros zapatos de tacón.