Semanas infinitas

08/01/2022 - 16:18 Antonio Yagüe

Decía mi tío Vicente que pasando Reyes, aunque ya lo conocen los bueyes (donde los haya), las semanas son larguísimas.

Como los tapabocas de antaño o las bufandas que ahogan un poco, dan vueltas y vueltas alrededor del cuello y no se acaban. Son semanas en las que los días se van mezclando cansinos unos con otros como los ingredientes de la inverniza ensalada de col jarabeña, cortada fina, una hora en aceite hasta que se rinda, sazonada con sal y vinagre, y acompañada de ajos muy picados, aceitunas negras de Aragón y huevo cocido ¡Qué rica!

En la comarca molinesa las semanas son inabarcables, interminables,  casi infinitas, de manos ateridas, catarrazos y sabañones, chimeneas, braseros, mantas, almuerzos con torreznos, morcilla, migas y vinos recios para combatir fríos de record (-28.2 °C, un 28 de enero de 1952). Son semanas que se estiran hasta las de Ramos y Pascua con un solecillo traicionero, en las que apenas se oye otro ruido que la bocina de algún panadero o vendedor de algo y toques de campanas a clamores (difuntos).

Leí una vez una frase de Jiménez Lozano que venía a decir que por mucho que indaguemos acerca de Castilla (sin La Mancha) jamás podremos entender su misterio. Esa reflexión me vino a la mente hace unos días en la Torre de Aragón, desde donde se domina la ciudad y vastos pagos hacia Zaragoza, Teruel, Cuenca y Guadalajara. Abajo, las cinco iglesias de la ciudad sobresalen de los palacios y casonas, construidas con piedra y vigas de madera. Son templos que elevan sus campanarios, refugio de palomas, en un afán de tocar el cielo. Evocan tiempos de antigua grandeza.

La Navidad ha sido más desolada de lo esperado, entre sobresaltos de positivos del puñetero bicho, viajes y cenas familiares abortadas, cuarentenas y precauciones sin fin. Y mucha soledad. El Gordo volvió a pasar de largo, no se han acercado políticos ni del montón y ni siquiera nos han visitado avezadas reporteras televisivas para refrescar el tópico de capital del frío. No interesan las inauditas mañanas primaverales y atardeceres de fuego que dijeron adiós a 2021.