Septiembre

02/09/2023 - 18:47 Jesús de Andrés

Entretenidos como hemos estado el último mes con Sancho y Rubiales, retorna un septiembre con aroma a campaña electoral, pues eso será hasta el próximo día 26, cuando comience el debate de investidura de Feijóo

Agosto se deshace una mañana completamente otoño, como en aquel poema de Luis García Montero. Los pueblos del interior recuperan su normalidad deshabitada, su carácter intermitentemente vacío. Las ciudades dejan de ser la España vaciada que han sido en verano y vuelven las preocupaciones cotidianas, el día a día y la competencia por el aparcamiento. Dejamos atrás el ocio y su lugar lo ocupa el negocio, que es la negación de aquel. Pasamos de matar el tiempo a rentabilizarlo. Suena de fondo una canción de Love of Lesbian que dice “septiembre vendrá a buscarme / y aún no sé la lección / sobre saber comportarme / al nacer y en el adiós”. Ya sé que no es ese el sentido de la letra, pero no puedo dejar de trasladarla a los dos líderes políticos llamados a presidir el gobierno de España en los próximos años, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.

Entretenidos como hemos estado el último mes con Sancho y Rubiales, retorna un septiembre con aroma a campaña electoral, pues eso será hasta el próximo día 26, cuando comience el debate de investidura de Feijóo. En su espera, las próximas semanas nos traerán de nuevo la política más gestual, la crispación impostada, el aspaviento despectivo, la exaltación de quienes debieran ser los más moderados. Imposible tender puentes cuando todos están rotos desde hace tiempo, cuando en la cultura política de ambos partidos se ha instalado la certeza de ser imposible, aunque cada cual responsabilice al contrario. Feijóo pide un pacto nacional contradiciéndose a cada paso que da. Lo reclama para evitar que sea el nacionalismo quien se haga con el timón, pero a la vez intenta convencer al PNV y no hace ascos a Junts, a quien ahora no considera su rival político. Pide un acuerdo constitucionalista para proteger al Estado, pero se hace el loco cuando se le recuerda que el CGPJ lleva casi cinco años bloqueado por decisión de su partido. Extraña estrategia que acaba enfadando a sus socios de Vox, a su rama del partido en Cataluña y a buena parte de su electorado, confundida por tanto ir y venir. Y otro tanto le ocurre a Sánchez, que donde dijo “digo que no a la amnistía” o a cualquier tipo de referéndum dice Diego, que tal vez, que ya veremos, que vamos a salir de esta situación y negociamos.

Ni uno ni otro alcanza a ver, o quizá les sea imposible, que están bloqueados por sus extremos, precisamente aquellos que son repudiados en Europa. Unos juegan sus cartas a la repetición electoral, otros al acuerdo in extremis. Cualquiera de los dos sería un mal menor ante otros posibles escenarios, que ni imaginar quiero.