Serrano Batanero, un alcarreño abolicionista


Si algo me hace sentir una inevitable debilidad por mi paisano cifontino es su activismo en favor de los derechos de las féminas, pronunciando numerosas conferencias en los lugares más diversos.

La causa por la igualdad entre hombres y mujeres no es cosa que solo afecte a estas últimas; más bien lo contrario, pues es imprescindible que los varones se impliquen de manera activa y consciente en la transformación de la sociedad en un mundo mejor para todas las personas.

La trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual representa el tercer negocio ilícito más lucrativo a nivel global. Es la trata la que suministra mercancía a un sistema, el prostitucional, que no existiría sin la demanda de miles de hombres o la complicidad de otros que, no consumiendo cuerpos femeninos, lo consienten incluso justifican.

La abolición de la prostitución ha estado en el corazón de la agenda feminista desde sus inicios. Ya en el siglo XIX, las y los feministas de cualquier corriente ideológica (desde el liberalismo radical al anarquismo, sin olvidar el socialismo) tenían claro que, lejos de ser una actividad laboral libremente elegida, la prostitución constituía una forma de esclavitud que se cebaba con las mujeres más vulnerables.

Aunque esta sección, Vindicaciones, la dedicamos a visibilizar la historia de las mujeres, vale la pena que hablemos de uno de los principales aliados que la causa feminista tuvo en el pasado: José Serrano Batanero, un prestigioso jurista natural de Cifuentes, que llegó a ganar al mismísimo conde de Romanones en las elecciones a las Cortes Constituyentes de 1931.

Pie de foto: Comisión interparlamentaria presidida por Serrano Batanero (segundo por la izquierda), a la que también pertenecía Clara Campoamor. 1932.

Glosar la prominente trayectoria profesional y política de este personaje, aun resumidamente, requeriría de un espacio del que no disponemos. Insigne penalista, amigo de Manuel Azaña, abogado de los trabajadores, diputado, concejal del Ayuntamiento de Madrid, presidente del Comité Nacional de Cajas de Ahorro, anfitrión de varias delegaciones internacionales durante la Guerra Civil…al terminar esta no quiso exiliarse, por lo que fue encarcelado, juzgado -asumiendo él mismo su defensa, a pesar de saber bien cuál sería la sentencia de acuerdo a la parcialidad y legislación del nuevo régimen- y condenado a muerte, siendo fusilado el 24 de febrero de 1940.

Tal vez por pertenecer al bando perdedor, tal vez porque su primo, el cronista oficial de Guadalajara Layna Serrano, nunca mostró el más mínimo afecto hacia él, una de las figuras más brillantes de las dos últimas décadas del periodo de la Restauración y de la Segunda República no ha sido lo suficientemente conocida, mucho menos reconocida, en su provincia, a la que siempre se sintió vinculado.

Pero si algo me hace sentir una inevitable debilidad por mi paisano cifontino es su activismo en favor de los derechos de las féminas, pronunciando numerosas conferencias en los lugares más diversos, incluida Guadalajara. Así, por ejemplo, en 1920, en el Ateneo de Ciudad Real, manifiesta su absoluta admiración por Concepción Arenal y dice que «no ejerzo apostolado (…), lo hago cumpliendo una necesidad social, un deber social», a lo que añade, en relación a la educación de la mujer, que «mientras no le demos cultura, y al par ingreso en la esfera social y pública, no sabremos redimirla del concepto vulgar en que la tenemos.»

    Además, fue miembro de la primera de la Junta Directiva de la Sociedad Española por el Abolicionismo (de la prostitución), creada en 1922 y presidida por el doctor César Juarros. De dicha Junta, también formaron parte mujeres de la talla de Clara Campoamor, María Lejárraga o Elisa Soriano, oftalmóloga, feminista -fundadora en 1928 de la Asociación de Médicas Españolas- y vinculada a Guadalajara por haber estudiado magisterio en nuestra ciudad. 

    Esta organización, que fue definida por el periódico El Liberal como una «institución de vanguardia», tuvo sus antecedentes en el siglo anterior, el XIX, bajo el liderazgo de la inmensa Concepción Arenal y el interés de personalidades pertenecientes a la Institución Libre de Enseñanza, la masonería y el republicanismo, como Manuel Ruiz Zorrilla, Emilio Castelar o Rafael María de Labra.

No quisiera finalizar esta vindicación sin felicitar a Mabel Lozano, cuyo compromiso en la lucha contra la trata se ha visto reforzado recientemente con el Goya al mejor cortometraje documental por Biografía del cadáver de una mujer. Les confieso que en la frase anterior, en vez de «reforzado» iba a escribir «recompensado», pues conozco bien los sinsabores, problemas y disgustos que a Mabel Lozano le ha supuesto poner su talento como cineasta y escritora al servicio de la causa; pero creo que, tratándose de un asunto tan trágico y criminal, directamente relacionado con el quebrantamiento de los derechos humanos, no hay recompensa posible que no sea la abolición de la prostitución.