Si Cela reviviera
Al cumplirse 20 años de su muerte, se plantea la vigencia del controvertido y a veces bronco premio Nobel, Camilo José Cela, pero de un mérito literario indiscutible con el que puso nuestra Alcarria en el mapamundi.
Algunos medios recrearon durante el confinamiento la posible respuesta de literatos como Camus, Galdós o Delibes. Al cumplirse 20 años de su muerte, se plantea la vigencia del controvertido y a veces bronco premio Nobel, Camilo José Cela, pero de un mérito literario indiscutible con el que puso nuestra Alcarria en el mapamundi.
Algunos estudiantes leen La colmena y otros títulos siguen en asignaturas de filología. Pero los jóvenes pasan de sus obras, como ocurre con Delibes, Torrente, Matute o Martín-Santos, convertidos en generación maldita. Críticos modernos detectan al releerlo que su voz narrativa es incompatible con la contemporaneidad. Tendría poco que decir a los lectores de hoy. Su narración remite a la sensibilidad de otro tiempo, suena a almanaque viejo.
Cela fue muy contemporáneo de su tiempo, con un lenguaje no apto para menores, guiños rijosos, incómodos e intolerables para muchos. Hoy incluso le niegan un lugar entre los clásicos alegando que no puede trascender a su época ni puede ser apropiado universalmente.
En episodios recientes y actuales se echan de menos los criterios y la culta ironía del Nobel gallego, que usaba pedos y eructos para escandalizar, y tenía siempre a mano el “que se jodan”. Su visión, a veces estrambótica, habría ofrecido páginas de gloria ante el ensalzamiento de personajes y personajillos, con mandobles a diestro y siniestro a tanto mediocre que predomina en la escena pública.
Nos quedamos con las ganas se saber cómo viviría, con su verbo alto e ingenioso y su desenfadado léxico, en estos tiempos de ambivalencia sexual, de ministras que producen vergüenza ajena, un rey en el exilio, o la pelea que tiene su RAE con lo que se ha dado en llamar ‘lenguaje inclusivo’, y lo del tercer género (‘niña’, ‘niño’ y ‘niñe’), una memez que se han sacado de algún sitio las feministas.
En Madrid, siempre con polémicas por las dedicatorias, su calle es un subterráneo sin casas entre Prosperidad y la Guindalera. Impropia de un Nobel. Horrenda. “¡Putas!, ¡cabronazos!”, diría a los responsables si la viera.
Molina de Aragón sigue como la encontró en su última visita invernal: “Hace un frío de cojones”.