Sin cabecera ni cabeza
A los futuros galenos ya no les atrae ser médico de cabecera o general, como se decía antes.
Cuentan algunos pacientes que en nuestra comunidad y buena parte de España los médicos especialistas están dando citas para dentro de dos años. Y en atención primaria, a veces ni te cogen el teléfono. En los centros de salud dicen que hacen lo que pueden y en algunos que no llegan ni para gestionar el obligatorio y moderno recetario electrónico. Diagnóstico: una sanidad atascada
Sobran enfermos y faltan médicos y medios. Pero, paradojas hispanas, en la última convocatoria MIR, el examen que da acceso a la especialidad, se quedaron sin adjudicar 220 plazas de Medicina Familiar. Viene de lejos, pese a ser los profesionales más solicitados.
Los recién titulados no quieren formarse en atención primaria, donde se resuelven el 90% de los problemas de los ciudadanos y se necesitan más profesionales. Los expertos vaticinan que, a este paso, en cuatro años se provocará un colapso en el primer escalón de la Sanidad, que no se paliará ni contratando extranjeros.
A los futuros galenos ya no les atrae ser médico de cabecera o general, como se decía antes. Se pirran por la dermatología, la cirugía plástica o la oftalmología, mejor
remuneradas en lo privado, con menos guardias y más glamur y prestigio social.
Parece que los sucesores del doctor vocacional por antonomasia están de retirada. Hasta la llegada de la sanidad para todos del Ejecutivo de Felipe González, se les sostenía en los pueblos mediante iguala, y se les trataba de “don”, como al maestro y al cura.
Quienes venimos del surco los recordamos bien. Algunos tan renombrados como Don Ventura de Milmarcos, Don Valentín de Tartanedo, Don Antonio (López Ayllón) de Molina o el peculiar Tararí (Eugenio Díaz Torreblanca, formado en Alemania) de Mochales. Se les respetaba, quería y a veces obsequiaba con algo de la tierra (miel, huevos, tortas…) Eran como de la familia. Llegaban hasta la cabecera de la cama.