
Sin luces
Se acumulan los temas a los que dedicar estas líneas.
Hace dos semanas comencé un artículo sobre Mario Vargas Llosa, el escritor que mejores ratos me ha hecho pasar con sus novelas y el columnista con el que más he tenido que esforzarme en el inevitable diálogo al que lleva la profundidad de su ideología liberal, pero se antepusieron los afectos. Esta semana pensaba dedicárselo a otro pensamiento, mucho más ligero, desatinado por momentos, el del papa Francisco, pero me temo que la actualidad pide eso, lo inmediato, priorizar lo de este lunes, el gran apagón, que llegó como en aquella vieja canción de Topo -grupo que a comienzos de los ochenta alzaba su voz contra la polución y auguraba distopías con aliento de cómic ante el inminente fin del milenio- cuando nadie se lo esperaba. Apocalipsis de los electrodomésticos, decían, proféticos.
Trascurridos apenas cuatro días, cuando no hay una respuesta técnica a cuál fue el motivo exacto por el que cayó el sistema, el diagnóstico popular es inapelable. Lo más probable es que si usted es votante del PSOE o está a su izquierda piense que la codicia de las empresas energéticas, usureras sin límite, tacañas hasta el punto de anteponer su beneficio al bien común, está detrás de lo ocurrido, que la extensión de las energías renovables no generó el problema y que las centrales nucleares hay que cerrarlas por su peligrosidad y alto coste. Si, por el contrario, usted es votante del PP o está a su derecha, sin duda alguna pensará que la culpa es de Pedro Sánchez, que ha primado las renovables desatendiendo la energía nuclear, no ha modernizado el sistema de distribución eléctrica y ha impuesto su ideología climática a las necesidades del mercado y a la realidad geopolítica de España. En lo que seguramente estaremos más de acuerdo -aunque en algún caso, al menos en público, a regañadientes- es en que no hay derecho a que la Red Eléctrica esté presidida por una exministra sin formación alguna en la materia (¡ministra de Vivienda antes de la crisis de la construcción!), ni a que lo estuviera antes, con Rajoy, por un alcalde popular, el de Tres Cantos, nada menos.
En un país como el nuestro, arrasado por el sectarismo, o se victimiza o se criminaliza, no hay término medio. Cuando dentro de unos días o semanas lleguen las conclusiones técnicas y sepamos si hubo fallo humano o fue un error de gestión, cada cual las aceptará dependiendo de si se adaptan a su idea previa, jamás al revés. No vaya la realidad a romper nuestra fantasía ideológica. Todo tiene que encajar sin disonancia, faltaría más. ¿Queda algo de luz?