Siria

06/12/2024 - 16:32 Jesús de Andrés

 Siria comenzó su actual guerra civil hace casi catorce años, tras el fracaso de la “primavera árabe” que intentó acabar, sin éxito, con la dictadura de Bashar al-Ásad.

Parecía uno de esos conflictos congelados, casi olvidados. El protagonismo de otros,  mucho más actuales y preocupantes, le ha hecho sombra, relegándolo a la indiferencia, pero ha resurgido con fuerza, sorprendiendo a buena parte de los actores implicados, que no son pocos, y al resto del mundo, que lo contemplamos con estupor. Siria comenzó su actual guerra civil hace casi catorce años, tras el fracaso de la “primavera árabe” que intentó acabar, sin éxito, con la dictadura de Bashar al-Ásad. Tras haber pertenecido al Imperio Otomano durante más de cuatro siglos y haber quedado bajo mandato francés durante el período de entreguerras, Siria se constituyó como nuevo Estado en 1945. Desde entonces, dominado por el Partido Baaz Árabe Socialista y la familia Al-Ásad (entre el padre y el hijo acumulan 55 años de dictadura), Siria fue una pieza más del tablero de la guerra fría y del nuevo orden postsoviético. Un régimen despótico, represor, corrupto, violador de todo tipo de derechos, apoyado entonces por la Unión Soviética y hoy, en la guerra, por Rusia, Irán y Hezbolá, el grupo paramilitar libanés. 

 Hasta aquí, la cosa parece sencilla. Rusos haciendo de rusos, iranies actuando al dictado de los ayatolas y terroristas financiados por Irán en su lucha contra Israel. Los de siempre. Lo es menos al descubrir que Rusia apoya a las milicias cristianas, pertenecientes a la Iglesia Ortodoxa rusa y encuadradas en las Fuerzas de Defensa Nacional, que están dirigidas por la Guardia Islámica chií. O al añadir la coalición enfrentada: milicias apoyadas por Turquía en territorios que fueron turcos, milicias del Estado Islámico curtidas en la guerra de Irak y distintos frentes de oposición al gobierno de Al-Ásad. Otros actores, como los Estados Unidos, han jugado un papel ambivalente: han apoyado a los kurdos, atacados tanto por Turquía como por Siria, pero también han atacado a las tropas del Estado Islámico que luchan contra el gobierno sirio.

En este río revuelto ganaba, como suele suceder, el más curtido, que era Rusia: conseguía una base naval y un aeropuerto, encontrando su ansiada salida al Mediterráneo. Además, reclutó miles de voluntarios para combatir en Ucrania. Pero, como las cosas pintan mal allí, el envío de soldados desguarneció el frente sirio, dando una oportunidad a los turcos. Eso, más la distracción de Irán, menos atenta a Siria desde que se ha intensificado su conflicto con Israel, ha animado a Turquía a volver a intentarlo, facilitando la ocupación de Alepo, la segunda ciudad del país, centro de lo que fue parte de su imperio. O se pone coto a los viejos imperios o nos acabarán engullendo también a nosotros. Al tiempo.