Soñé que estaba en la guerra

03/02/2020 - 11:46 J. PASTRANA

¿Cómo representar la guerra? ¿Con qué aspecto quedarse? Porque si bien es cierto que la guerra implica muerte, miedo y deshumanización, no lo es menos que también conlleva compañerismo, sacrificio y compromiso. Siempre es terrible, pero tiene aristas.

1917

    Director: Sam Mendes
    País: Reino Unido.


En 1917, Sam Mendes nos propone un viaje casi espiritual por todos los valores, horrores y emociones que pueden ir asociados a un conflicto armado. Lo hace utilizando escenas repletas de simbolismos, de una poesía que corre el riesgo de ser devorada por el artificio, ese falso plano secuencia innecesariamente aplicado durante todo el metraje, pero que tan absorvente resulta cuando es utilizado para resalzar los momentos de mayor tensión o intensidad emocional

Lo experiencia inmersiva que propone el director no triunfa porque la cámara parezca estar grabando constantemente, si no por el éxito del minimalismo que propone. Pocos actores, silencio, miradas, tiempo para pensar y sentir, para recrearse en el secreto que se esconde detrás de cada secuencia, de cada imagen.

La trama es simple: Primera Guerra Mundial. A dos soldados, estupendos George MacKay y Dean-Charles Chapman, les encargan una misión: caminar más allá de las líneas enemigas para avisar a sus compañeros de armas de que van directos a una emboscada. El incentivo es que, entre esos soldados que corren hacia su muerte, se encuentra el hermano de uno de los dos elegidos para llevar el mensaje. A partir de ahí, la carrera.

La propuesta puede parecer, de entrada, realista, pero en su mismo punto de partida está el engaño. Mendes recrea en 120 minutos un trayecto de varias horas, en plano secuencia. La atmósfera, el sonido, el ritmo, todos nos sugiere un entorno casi onírico, a veces de pesadilla, en el que tiempo y espacio no terminan de importar. Acompañamos a dos soldados en una misión que cumplen por amor fraternal, obligación y finalmente por compromiso.

A pesar de estar grabada con ese plano secuencia al que a veces no le vendría mal algún corte, aunque solo fuese para aligerar la narrativa visual, 1917 bien podría separarse en set pieces o capítulos. En cada uno de ellos, un concepto. La muerte, la fe en el compañero, la destrucción de la belleza, el coste de mantener viva la humanidad, el compromiso, la inseguridad constante y hasta el terror. Y otra vez la belleza en medio de la muerte.

Todo ha de verse con los ojos de quien piensa y sueña en guerra, sin que el término soñar tenga aquí necesariamente una connotación positiva. Es una experiencia que solo funciona a través de la conexión emocional y de aceptar que aquí no hay hazañas bélicas, que el único éxito de esta misión se alcanzará si logra evitarse el conflicto armado.