Tempus fugit

09/01/2021 - 13:27 Marta Velasco

 Se fue el año 2020 con sus campanadas, y nos quedamos con un excelente Nacho Cano, con la bella Pedroche apenas vestida de mascarilla y con la esperanza puesta en este tiempo que llega y trae soluciones científicas.

Tempus fugit, decían los romanos cuando hablaban en latín, madre de nuestro hermoso idioma español, y ese tempus huidizo, inexorable y bastante misterioso, que vuela cuando disfrutamos y se eterniza cuando sufrimos, nos ha llevado del otoño al invierno y por fin ha liquidado el año del Covid, dejando atrás la peor pesadilla de nuestras vidas, con la esperanza puesta en que, en el nuevo año y gracias a la vacuna, se arregle este pandemónium. Durante el 2020 el tiempo se ha estancado, ha sido lento y abrumador.

Dicen que después de la pandemia seremos más fuertes, más solidarios, más cuidadosos con el medio ambiente… Ojalá sea así, pero a veces me flaquea la fe en el ser humano cuando, en pleno auge del virus, 300 personas se saltan todas las normas y se reúnen en fiestas que ponen en peligro a toda una población. No lo puedo entender, algo hemos hecho muy mal. Las costumbres han cambiado radicalmente, hemos sufrido por nuestros enfermos y solo a ratos nos hemos sentido felices por cosas triviales, el sol en la terraza o un pájaro en la ventana, suficiente regocijo en una primavera confinados en casa. Un paseo por el pinar a primera hora de la mañana de verano y un café en la Alameda, el premio grande. He leído, he visto concursos, series y cine en televisión, he cocinado patatas con costillas del Chef Dabid Muñoz y he comido demasiado…  Cuando lo que pasa a tu alrededor es tan triste, un buen libro, una película interesante, un rato de risa en un chat de amigos te hacen puntualmente feliz. Pero mientras dure el virus seguiremos angustiados y doloridos porque hemos perdido personas insustituibles y hemos dejado de ver y abrazar a los que más amamos.

 Se fue el año 2020 con sus campanadas, y nos quedamos con un excelente Nacho Cano, con la bella Pedroche apenas vestida de mascarilla y con la esperanza puesta en este tiempo que llega y trae soluciones científicas. Ya amaneció un día nuevo en todo el mundo.  Un día nevado en Sigüenza y veraniego en Costa Rica, según me dijo una amiga que está allí visitando a su familia. Lugares lejanos entre sí pero que sufren igualmente esta pandémica aberración del Covid. Yo lo celebré viendo el Concierto de Año Nuevo y mi amiga en Costa Rica, cuando vuelva de allá, traerá la alegría de los desayunos en el jardín tapizado de flores tropicales y de las mañanas con sus nietos en la playa.  La música, el sol, el mar, los niños y las flores nos curan.

Sé que es pronto para cantar victoria, pero las vacunas abren un sendero de esperanza y, si se administran masivamente, pronto seremos libres y felices. Quizá más pobres, quizá nos preocupen otros problemas que ahora ninguneamos, pero nada es tan importante como la salud, la libertad y la vida. Y, una vez vacunados, como decían los romanos, Carpe Diem. O sea ¡Diviértete, por Dios, antes de que sea tarde!.