Tractoradas
El enfado de los agricultores españoles, con quienes todos nos solidarizamos, era un secreto a voces que terminó de explotar, y esta semana comenzaron sus propias manifestaciones.
Hace apenas una semana los telediarios abrían con imágenes de las protestas llevadas a cabo por los agricultores franceses. Cortes de carreteras, bloqueo de las fronteras inmovilizando miles de camiones españoles en La Junquera e Irún, quema de mercancías hortofrutícolas y derrame de vino en el asfalto. La movilización, que se extendió a otros países, constaba de una protesta genérica contra la burocracia y las políticas de control alimenticio impuestas por la Unión Europea, y otra más concreta contra las exportaciones de frutas y verduras españolas. Los tomates españoles son incomestibles, decían cuestionando su calidad. La extrema derecha francesa lo sintetizó en dos lemas: dogmatismo ambiental e invasión. El primer ministro y la portavoz del Gobierno galo afirmaron que había un problema de competencia desleal, mientras que un periodista francés se hizo viral hablando de las “asquerosas” mandarinas españolas, a las que calificó de “excremento” (en fina traducción). La ministra de Medio Ambiente, Segolene Royal, añadió que los productos de España “no respetan las normas fijadas por Francia”. Esto fue la semana pasada, seguro que lo recuerdan.
El enfado de los agricultores españoles, con quienes todos nos solidarizamos, era un secreto a voces que terminó de explotar, y esta semana comenzaron sus propias manifestaciones. Al igual que en Francia o Bélgica, han sacado los tractores para cortar calles y carreteras. Al igual que allí, los agricultores y ganaderos españoles acumulan, con razón, un malestar que suma altos precios, burocracia, duras condiciones de vida en zonas cada vez más deprimidas y una inevitable sensación de abandono. Lo curioso del caso es que, en vez de protestar contra sus colegas europeos, que son quienes han tirado al suelo sus productos, o de manifestarse en la puerta de la embajada francesa, lo hagan, no se sabe muy bien por qué, contra “Europa”, la Agenda 2030 -de la cual la mayoría no había oído hablar hasta esta semana-, Marruecos o, por supuesto, Pedro Sánchez, que sirve de malo en cualquier película.
Las imágenes en España hoy, una semana después de aquello, son las de carreteras y autovías cortadas, guardias civiles apedreados y enfrentamientos con la policía. Cualquier estudioso de los movimientos sociales sabe que toda experiencia de protesta tiene una dimensión emocional sin la cual no se comprende. Los agricultores y ganaderos españoles necesitan comprensión y apoyo, nadie lo discute, pero no lo conseguirán haciéndonos la vida imposible al resto, impidiendo el transito ni limitando nuestra libertad de movimientos, que es nuestro derecho. Nadie va a admitir tampoco que se reduzcan los controles de calidad de nuestros alimentos ni que dejen de preservar el medio ambiente utilizando pesticidas contaminantes. Contaban con la simpatía de la mayoría. De ellos depende mantenerla.