Tradicionalismos
Acercado el foco, la novedad en Guadalajara consiste básicamente en la desaparición de Navilandia, ese parque temático navideño que incluía una gran pista de hielo, un faro, un árbol parlante y otras actividades dirigidas al público infantil, además de un mercado navideño con decenas de puestos.
Asisto, atónito, a la pretensión de recristianizar la Navidad que anuncia el Ayuntamiento de Guadalajara, cuya declaración fue notica, incluso motivo de portada, en este y otros medios de comunicación, algunos de proyección nacional, hace apenas dos semanas. Me llena de curiosidad saber a qué momento de la Historia nos retrotraerá ese anunciado retorno, esa recuperación de las esencias perdidas, porque sólo se pierde lo que se tuvo. ¿A hace veinte años? ¿Quizá cuarenta? ¿A los tiempos del nacionalcatolicismo franquista? ¿A la etapa de la Restauración borbónica? ¿A algún otro momento del XIX? ¿Más atrás? El documento “Medidas estratégicas del gobierno municipal”, firmado por PP y Vox el pasado 16 de junio como pacto para alcanzar la alcaldía, no fue tan lejos en su ambición, dejando su anhelo navideño en un mucho más contenido “recuperaremos la tradición en la celebración de las Fiestas Navideñas (…) devolviendo la esencia y el sentido a las mismas”, pero sin aclarar cuándo se perdieron.
Acercado el foco, la novedad consiste básicamente en la desaparición de Navilandia, ese parque temático navideño que incluía una gran pista de hielo, un faro, un árbol parlante y otras actividades dirigidas al público infantil, además de un mercado navideño con decenas de puestos. No acabo de entender qué tenían de no cristianas esas actividades y qué sí, por ejemplo, el parque Frozen, esa historia inspirada en un cuento de los hermanos Andersen en la que se mezclan la magia, los “trolls” y otras hierbas, que se mantiene. Se me ocurren decenas de actividades cristianas sin matices, que harían de Guadalajara un referente navideño mundial que deje a Vigo a la altura del betún mediático: ejercicios espirituales en cada barrio y parroquia, rezos nocturnos del rosario en las plazas -ahora que está tan de moda-, confesiones masivas en Santo Domingo, una eucaristía diaria en la Plaza Mayor o lecturas de las santas escrituras en el Infantado. Si la propuesta no es tanto ideológica sino económica hubiera sido suficiente con anunciar “vamos a contener el gasto y a intentar ahorrar más”, que seguro que lo hubiéramos entendido -y apoyado- todos.
Si de recuperar tradiciones y patrimonio cultural se trata, nada mejor que elaborar un plan serio que se decante por las propuestas de posibles museos que hay sobre la mesa (de la ciudad, de Santiesteban, de los cuentos…) y sus posibles ubicaciones (la Cotilla, las antiguas cárceles de hombres y mujeres, San Francisco…). Relataba esta semana Pedro J. Pradillo, en una brillante conferencia sobre patrimonio funerario en la sala Tragaluz, cómo desaparecieron nueve de las diez iglesias que tuvo Guadalajara. En conservar el patrimonio es en lo que habría que pensar, pero en serio, no generando titulares que flaco favor nos hacen.