Un año más
El inicio del año es siempre, pese a su convención, momento para reflexionar, para echar cuentas y mirar adelante.
Un año más nos encontraremos virtualmente en la Puerta del Sol, como en aquella canción de Mecano. Un año más que sumamos a nuestra cuenta particular, que para unos está ansiosa por sumar y a otros pesa como un fardo insoportable. Un año más es una vuelta más al sol, un viaje espacial de 940 millones de kilómetros a velocidad de vértigo, sin más combustible que la ley de la gravedad. Sorprende nuestra pequeñez al pensar en términos astronómicos o geológicos, no somos más que un suspiro, un grano de arena perdido en la inmensidad de los desiertos. Pero aquí estamos, un año más, con nuestros problemas, nuestros anhelos y nuestros deseos. Cumpliremos el rito de las uvas y el brindis, miraremos atrás y soñaremos por un año mejor para nosotros y quienes nos rodean. Un año más llegarán los buenos propósitos, los retos inaplazables, las obligaciones insoslayables.
El inicio del año es siempre, pese a su convención, momento para reflexionar, para echar cuentas y mirar adelante. El tiempo es cíclico, un eterno retorno que nos conduce de nuevo a la casilla de salida, como el sol nace y muere cada día. Lo sabemos y, pese a ello, participamos en el juego. Es el mito de Sísifo condenado a subir una y otra vez a la montaña, a empujar una enorme piedra que rueda siempre colina abajo. La circularidad del tiempo, con su eterno retorno, como ese uróboro que se muerde la cola, determina un principio y un fin a cada cosa. Hay sin embargo decisiones que tomar sin pensar en su final, hay que poner el timón hacia un rumbo adecuado, hay cosas que no se deben postergar. Pensando en los demás, por supuesto, pero sin negarnos a nosotros mismos, sin rehusar a nuestra irrenunciable libertad. Un año más nos veremos abocados a decidir, a elegir el camino. Y no hay un camino acertado, todos lo son y no lo son a la vez. La teoría de cuerdas mantiene que en realidad abrimos todas las puertas y en cada camino que se bifurca elegimos los dos. Pero nuestro presente es único y hay que decidir sin saber qué nos deparará. Hay que ser valientes.
Nada es fácil, la vida a veces nos lastima. Seguiremos caminando, con acierto o sin él, pero con la determinación emprender el camino correcto. Puede que nos equivoquemos, pero para eso está el futuro, para echar la vista atrás y enmendar los errores. Lo decía sabiamente Roberto Benigni recogiendo un pensamiento de la tradición judía: la vida a veces duele, a veces cansa, a veces hiere. No es perfecta, no es coherente, no es justa, no es fácil. Pero a pesar de todo, la vida es bella.