Un barrendero municipal que fue muy querido en Guadalajara: Manuel Sánchez Canalejas
En el rincón de esta semana vamos a recordar a Manuel Sánchez Canalejas, que fue un barrendero ejemplar del Ayuntamiento de Guadalajara, muy querido por los ciudadanos arriacenses por su bondad y simpatía.
Por Eduardo Díaz
En la ciudad de Guadalajara han existido y existen personas que pese a padecer deficiencias psíquicas superan los obstáculos de esta terrible enfermedad y con mucho esfuerzo logran integrarse en la sociedad.
En el rincón de esta semana vamos a recordar a Manuel Sánchez Canalejas, que fue un barrendero ejemplar del Ayuntamiento de Guadalajara, muy querido por los ciudadanos arriacenses por su bondad y simpatía.
Manolo nació el 16 de junio de 1940 en la emblemática barriada del Alamín. En su niñez pronto dejó de acudir al colegio ya que debido a su deficiencia mental y debilidad, era objeto de pesadas bromas y burlas por parte de sus compañeros de clase.
Cada mañana acompañaba a su padre Julián Sánchez, que trabajaba en la gasolinera de la familia Diges en la calle Ramón y Cajal y allí recibía el cariño de su propietario Eugenio Diges. Cuando Manolo Sánchez cumplió la mayoría de edad, ingresó en el Consistorio Municipal de Guadalajara en labores de limpieza de las calles de la zona centro, ganándose el cariño y respeto tanto de sus compañeros de trabajo como de los vecinos de la ciudad.
Uno de los peores momentos de su vida fue cuando perdió a su madre Josefa Canalejas, cuando tenía veintisiete años de edad, que era su principal apoyo en su vida diaria, entrando en una fuerte depresión y encerrándose en su domicilio. Gracias al apoyo de su padre, su hermano Julián, sus compañeros de trabajo y al alcalde de Guadalajara de aquella época, Antonio Lozano Viñés, que puso a su disposición a un especialista en psicología, logró superar la enfermedad y volvió a su trabajo diario con total normalidad.
Cuando falleció su padre Julián Sánchez en el año 1977, Eugenio Diges Romanillos se hizo cargo de la tutela de Manuel y su hermano Julián, poniendo a su disposición a una empleada de hogar que se encargaba de las labores de limpieza, de ropa, realización de las comidas y el mantenimiento de la limpieza de su vivienda.
Otro de los peores momentos para Manuel fue el 12 de octubre del año 1979 cuando se desorientó y desapareció de Guadalajara durante varios días. Con la ayuda de miembros de la Guardia Urbana de Guadalajara, sus compañeros de trabajo y su hermano lograron encontrarlo en la vecina localidad de Alcalá de Henares, donde había sido recogido por la Organización de Caritas Diocesana y al no llevar la documentación desconocían su domicilio.
Debido al cariño y simpatía que desprendía Manuel Sánchez, los componentes de la peña festiva de Agapitos le nombraron socio honorífico y durante la celebración de las fiestas de Guadalajara era considerado como un peñista más.
Cuando el 31 de enero del año 1989 comía junto a su hermano en su domicilio, Manuel sufrió un atragamiento con un alimento que le produjo una parada cardiorrespiratoria y la muerte, sin que los servicios sanitarios que acudieron en su ayuda pudieran hacer nada para salvarle la vida.
Su funeral al día siguiente en la parroquia de San Pascual Bailón, supuso un auténtico duelo para su hermano y sus compañeros del ayuntamiento de Guadalajara que tanto le querían y apreciaban.