Un comercio que fue 'gourmet' en Guadalajara: Ultramarinos de la familia Fraile

03/07/2022 - 09:32 Eduardo Díaz

Los días de mayor bullicio en el establecimiento eran los martes de mercado, ya que desde primeras horas de la mañana se reunían frente al local numerosos tratantes tanto del sector de la ganadería como de la agricultura. Foto: Mariano Viejo.

Por Eduardo Díaz 

En tiempos pretéritos, el casco antiguo de Guadalajara acogía a la mayoría de los comercios de todo tipo que se hallaban en la ciudad. En el año 1891 el empresario de Guadalajara Castor Fraile decidía abrir un comercio de comestibles en los bajos de su vivienda, que se situaba en el número 33 de la llamada en aquella época calle Mayor Baja. En el año 1920 pasó a denominarse plaza de San Andrés, como homenaje a la desaparecida iglesia que se ubicaba en su día enfrente del comercio de la familia Fraile y en donde estuvo durante muchos años el edificio del Bar Soria. Tras derribarse el edificio y en las labores de recogida de los escombros aparecieron restos del antiguo templo religioso  que en la actualidad se encuentran vallados por una tapia. A partir del año 1927 y de manera definitiva, la calle pasó a denominarse Miguel Fluiters en honor al que fue alcalde de Guadalajara entre los años 1909 y 1918.  

Tras el fallecimiento del fundador del comercio de ultramarinos fue su hijo Abdón Fraile el que tomó las riendas del establecimiento, tras realizar unas obras para modernizar el interior de la tienda. El comercio destacaba por sus amplias cristaleras hacia el exterior de la calle en donde se exponían los productos que se vendían en su interior. Destacaban sobre todo las legumbres que estaban depositadas en unos amplios sacos de tela y que se pesaban para su venta en una voluminosa báscula esmaltada. Llamaba poderosamente la atención una bomba manual de aceite que se apoyaba en el mostrador de madera y que hacía subir el fluido del líquido del interior de un amplio bidón que se encontraba debajo del mostrador. Cuando se accionaba la palanca, el aceite se vertía sobre el recipiente que traía el cliente y que normalmente tenía la capacidad de un litro.

Igualmente en el comercio de Abdón Fraile se vendían los embutidos procedentes de la tradicional matanza del cerdo y que colgaban de unos palos cilíndricos en los altos de la tienda.

Tras la repentina muerte de Abdón Fraile fue su hijo Emilio Fraile el que se hizo cargo del negocio compartiendo sus labores de dirección de la tienda con los de representante de productos de alimentación en los diversos comercios de Guadalajara. De esa manera detrás del mostrador era la simpática dependienta Amparito Linares la que atendía a la nutrida clientela que se acercaba a comprar los selectos productos que se ofrecían. Es por ello que el comercio pasó a denominarse como ‘Hijo de Abdón Fraile’ hasta su cierre definitivo.

Los días de mayor bullicio en el establecimiento eran los martes de mercado, ya que desde primeras horas de la mañana se reunían frente al local numerosos tratantes tanto del sector de la ganadería como de la agricultura para exponer y vender sus productos de manera verbal. También era una de las especialidades de la casa la Miel de la Alcarria, exponiéndose los típicos tarros de miel en una estantería en el exterior del edificio, justo en la esquina de la calle de San Juan de Dios.