Un paseo por el Infantado de la mano de Herrera Casado
Hay edificios que no solo ocupan un espacio en el mapa, sino que guardan el ADN de una estirpe y el latido de toda una ciudad. En el corazón de Guadalajara, el palacio del Infantado se alza no solo como un monumento, sino como un manifiesto en piedra de la casa de los Mendoza.
Al caminar frente a su fachada de sillar dorado de Tamajón, el visitante no contempla un muro, sino un lenguaje: el estilo mendocino.
Como relata el cronista Antonio Herrera Casado en su obra "El palacio del Infantado en Guadalajara", este lugar ya fue el hogar de don Pedro González, el primer Mendoza alcarreño, en el siglo XIV. Sin embargo, fue hacia 1480 cuando el segundo duque del Infantado, don Íñigo López de Mendoza, decidió derribar las viejas casas para levantar un edificio que lograra "acrecentar la gloria de sus progenitores y la suya".
La geometría del poder: una fachada que cuenta historias
Lo primero que detiene el aliento es su fachada. Es una mezcla viva donde el gótico flamígero se funde con la herencia mudéjar bajo la dirección del maestro Juan Guas. Esa red de rombos salpicada por cabezas de clavo es, en realidad, un diálogo entre la luz y la sombra. Sobre la puerta, dos varones velludos sostienen el escudo ducal, un complejo heráldico que resume los veinte estados y títulos de la familia.
En la parte superior, la galería de ventanales y garitones otorga al palacio su silueta más icónica, un diseño que parece bordado con columnillas y tracerías góticas, apoyado todo ello en una faja de mocárabes.
El susurro del Humanismo en las salas bajas
Si el exterior es una exhibición de poder, el interior es una lección de intelectualidad. Aunque el bombardeo de 1936 arrebató los artesonados mudéjares, la restauración permitió conservar un tesoro: las pinturas de las salas bajas. En su libro "Arte y Humanismo en Guadalajara", Herrera Casado desentraña el significado de los frescos de Rómulo Cincinato, realizados hacia 1580. Estos artistas italianos, que también decoraron El Escorial, plasmaron una amalgama de mitología e historia familiar que sitúa al palacio a la vanguardia del pensamiento renacentista.
El Infantado ha sobrevivido al abandono, a la guerra y al paso de los siglos. Hoy, convertido en sede del museo de Guadalajara, sigue siendo ese lugar donde, si uno guarda silencio, casi puede oír el pasar de las páginas en la mítica biblioteca del marqués de Santillana. Para quienes quieran llevarse un pedazo de este gigante a casa, la obra de Herrera Casado en la editorial Aache sigue siendo la mejor brújula posible.
Fuentes bibliográficas
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Herrera Casado, Antonio. "El palacio del Infantado en Guadalajara". Editorial Aache. Una guía imprescindible para entender la evolución arquitectónica y la historia del edificio.
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Herrera Casado, Antonio. "Arte y Humanismo en Guadalajara". Editorial Aache. Estudio detallado sobre las pinturas manieristas de Rómulo Cincinato y su trasfondo intelectual.
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Layna Serrano, Francisco. "El Palacio del Infantado". Dentro de su colección de "Obras Completas". Editorial Aache. La investigación documental definitiva sobre el monumento.
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Referencia digital: Palacio del Infantado - Recurso informativo y fotográfico. Portal especializado en el patrimonio mendocino.