Un sepulturero muy recordado en Guadalajara: 'Luis Arroyo'

29/10/2023 - 11:52 Eduardo Díaz

Después de trabajar 38 años en el cementerio de Guadalajara, Luisito se jubiló en el año 1988 recibiendo el homenaje de sus compañeros y la medalla de plata de la ciudad de Guadalajara de manos de Javier de Irízar. Foto de Raquel Triguero. 

El próximo miércoles, 1 de noviembre, festividad del Día de Todos los Santos,  el cementerio de Guadalajara recibirá la visita de numerosos ciudadanos para rendir homenaje a sus raíces familiares.

En los inicios del desarrollo de Guadalajara, en el siglo XVII, los enterramientos se realizaban en el interior de las iglesias de la ciudad; a finales del siglo XVIII se introdujo una norma para prohibir esta costumbre y se inició la construcción de los cementerios a las afueras de las ciudades. 

En Guadalajara se construyó el cementerio al otro lado del barranco de San Antonio. El acceso desde el centro de la ciudad se hacía a través del camino del Osario. Fue inaugurado el 1 de noviembre del año 1840 y con el paso del tiempo fue ampliándose, teniendo en la actualidad siete patios.

Uno de los puestos de trabajo con más penosidad dentro del organigrama laboral del ayuntamiento de Guadalajara es sin lugar a dudas el de enterrador en el cementerio municipal. Uno de los campo santeros que más años permaneció en el cementerio de Guadalajara fue el ya fallecido Luis Arroyo.

Luisito, como así le llamaban sus compañeros, comenzó a trabajar como sepulturero en el año 1951 cuando el cementerio de Guadalajara solamente tenía dos patios y una capilla. En aquella época las cajas fúnebres eran trasladadas hasta el cementerio municipal por un carro tirado por caballos. Posteriormente este transporte fue sustituido por coches fúnebres de titularidad municipal.  

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Para Luis Arroyo, durante su larga trayectoria laboral en el Campo Santo de Guadalajara, sus momentos más dolorosos eran cuando tenía que bajar el féretro a la fosa y posteriormente echar tierra con la pala, ante el sufrimiento y dolor de la familia en primera fila. 

Existe una curiosa anécdota de Luis cuando una mañana se enteró de que tenía que enterrar a su mejor amigo. Tanta era su tristeza que solicitó al encargado del cementerio que le diese el día libre para evitar el trance de enterrar a su compañero de fatigas en la vida.

Otra de las anécdotas curiosas que tuvo Luis Arroyo fue durante la grabación de una escena de la película La Tía Tula, de Miguel Picazo. El director se fijó en la singularidad del sepulturero y quiso que interviniese de manera ficticia en el enterramiento de Rosa, la hermana de Tula. De manera sorprendente la escena fue censurada y Luis no pudo salir en el largometraje.

Después de trabajar 38 años en el cementerio de Guadalajara, Luisito se jubiló en el año 1988 recibiendo el homenaje de sus compañeros y la medalla de plata de la ciudad de Guadalajara de manos de Javier de Irízar, que era el alcalde de Guadalajara en aquella época.

En octubre del año 1999 su esposa fallecía en Guadalajara. Tal fue su pena que no pudo asistir a su enterramiento, tras sufrir una fuerte depresión. Sus últimos años antes de fallecer en el año 2004  los pasó en el Hostal Venecia de Guadalajara en donde sus propietarios lo recibieron como uno más de la familia.